EVARISMO F. DE VEGA | Hace catorce años, Badajoz estrenó ferial. Corría el año 1999 cuando los pacenses visitamos por primera vez el nuevo real de Caya, un recinto al que se accedía entonces por el ‘embudo’ que formaban dos míseros carriles de circulación: uno para la ida y otro para la vuelta.
Entonces se reprochó a los promotores la falta de previsión. Pero tres lustros después, aquel lejano recinto ha terminado por convertirse en un lugar idóneo para acoger la Feria de San Juan.
Basta subir a la noria para comprobar que en Caya caben decenas de atracciones, casetas de comida y de marcha, puestos de artesanía, un circo, un botellón multitudinario e incluso un auditorio capaz de acoger conciertos como el de Fangoria.
Pero no es sólo el ferial, porque en Caya están Lusiberia y la nueva Institución Ferial de Badajoz, en cuyos pabellones se ha celebrado estos días la Feria del Caballo y el Toro. Y a tiro de piedra brilla El Faro, un centro comercial que impresiona por su tamaño.
Paradójicamente, la desaparición del puesto fronterizo ha llegado acompañada del despegue económico de la zona. Donde apenas había vida, se ha creado un polo de actividad que aún puede crecer. Ahora sólo falta que se haga realidad el sueño de contar con el quinto puente. Sería la guinda a un pastel que ha hecho de Badajoz una ciudad más moderna.