Por Natalia Reigadas
¡Qué desesperación! Domingo, Badajoz, 41 grados en el termómetro y un visitante en mi casa ¿Dónde vas? A ninguna parte. Te pasas todo el día deseando que llegue el atardecer y cuando baja el sol, sales a la calle y ¡sorpresa!, sigues a 40 grados.
Los museos están bien. Afortunadamente hay varios que abren el domingo por la mañana y se está fresquito, pero, si no te apetece una jornada cultural o tienes agotado ese recurso, estás perdido en esta ciudad en julio o agosto. Siempre queda la piscina, pero no todo el mundo es aficionado al baño y con estas temperaturas, en mi opinión, solo se puede estar dentro del agua.
La misión de encontrar algo que hacer un domingo de verano pasa a ser una odisea si incluyes un bebé o un niño en la ecuación. Ni en la calle, ni en un museo, ni en la piscina a las horas de más calor ni en casa tampoco porque pueden subirse por la pared.
Es triste pero la mejor opción, para el que pueda, es marcharse de la ciudad. Que se lo digan a las cigüeñas que se caen al suelo del calor y eso que pasan el invierno en África.
Quizá no sea la mejor razón para un cambio en la política comercial, pero estas temperaturas me hacen soñar con las tiendas abiertas todos los domingos. Al menos podríamos pasear de local en local o por los centros comerciales.