Hace cinco años, nadie ponía atención cuando empezaba una obra. En los años de bonanza, era habitual que los solares con buena ubicación se transformaran en bloques de pisos, centros de negocio o parques de ocio.

Pero aquella etapa pasó y ahora se cuentan con los dedos de una mano las obras que hay en Badajoz. Tan raro es ver una grúa, que alegra cruzarse con una máquina excavadora y un camión volquete.

A fuerza de buscar, uno se percata de que en el Cerro del Viento se está levantando un nuevo edificio; que hay una promoción de viviendas en marcha en la prolongación de Juan Carlos I; y que alguien construye un lavadero de coches junto al Mercadona de Valdepasillas.

Aunque la obra que más me impresiona es la que se está ejecutando en el inicio de la carretera de Madrid, junto a la rotonda del ‘ocho’. Nunca imaginé que los restaurantes McDonald’s llegaran empaquetados en lo alto de un camión, que los descargara una grúa y luego fueran ensamblados como si de un LEGO se tratase. En poco más de un mes, la hamburguesería parece terminada y ya están probando las luces.

Cuando la crisis aprieta, el dinero se vuelve miedoso. Por eso adquiere mayor valor la valentía de quienes invierten. La empresa que realiza ese edificio es propiedad del millonario de Gévora, un hombre tocado por la suerte que, en lugar de guardarse el dinero, ha sacado adelante un proyecto que está dando muchos jornales.

El tiempo dirá si la inversión es rentable. Pero son estas iniciativas las que sacan del letargo económico a una ciudad que necesita un cambio de tendencia para que las familias que sufren el paro miren con optimismo al futuro.