Los jóvenes sembrando de curriculumns la calle Menacho y el centro para ganarse un dinero en Navidad.
Buscaban el aguinaldo clásico de esos tiempos en los que se pasaban la quincena navideña doblando ropa, envolviendo regalos o sirviendo cañas en las cenas de empresa para darse algún capricho en enero. Ahora esos mismos jóvenes van hasta el centro comercial de la Avenida de Elvas y también llevan bajo el brazo el curriculum del padre, de la madre y del hermano.
El trabajo de Navidad ya no es una aguinaldo para fotocopias, el carné de conducir o un portátil nuevo, en muchas casas se ve como el último tren al que se pueden subir. Hay que pagar el agua, la factura del móvil o la ropa de invierno para el niño. Las cuentas no cuadran y las oportunidades no sobran. No hay caprichos, sólo necesidad.
Desgraciadamente no habrá mucho a repartir. Apenas unos seiscientos contratos más en toda la ciudad troceados en horas sueltas y de media jornada en el mejor de los casos. Una migaja para una ciudad con 20.000 parados. Mejor no echar cuentas de probabiliades. Treinta y tres contra uno. Una lotería.
Los que entienden la letra pequeña de las estadísticas macro levantan las manos, hemos llegado a la meta. Salimos del atolladero, pero los comerciantes de la ciudad no lo ven tan claro. ¿Para qué contratar a más gente si lo que ya estamos sobramos?
No hay aguinaldos para todos.