Por Evaristo Fernández de Vega
Hace dos semanas publiqué una información que me hizo reflexionar. Decía que el 20% de los test de alcoholemia realizados en el puente de la Universidad fueron positivos. Los datos formaban parte de un control realizado por la Policía Local de Badajoz entre las 2 y las 3 de la madrugada de aquel sábado.
El resultado debería encender las alarmas. Si la quinta parte de los conductores que atravesaron ese puente superó la tasa permitida, es muy probable que a esa misma hora hubiese cientos de automovilistas borrachos recorriendo las calles de Badajoz.
Uno tiene la sensación de que siempre ha sido así. Basta analizar las causas de los accidentes que se producen cada fin de semana para comprobarlo. Pero hacía tiempo que no se evidenciaba de forma tan clara. Este pasado fin de semana se hizo un control similar junto al Puente Real. ¿Saben el resultado? Cuatro de las 16 pruebas que se practicaron en la rotonda final de Sinforiano Madoñero fueron positivas.
Con resultados tan preocupantes, lo cómodo sería cerrar los ojos, olvidarse de los controles y limitarse a hacer los test cuando se produce un accidente grave. Así se garantiza que el infractor pague por su error.
Pero es más rentable para la sociedad que la Policía Local insista. Que todos los fines de semana, sin faltar uno, se repitan las pruebas en zonas estratégicas. Sólo así se conseguirá que quien pone en riesgo la vida de los demás sea consciente de que infringir las normas no sale gratis. Y de paso, nos evitaremos sustos. Porque los accidentes pueden afectar a cualquiera y dejan secuelas de por vida, a veces con resultado de muerte.