Los Palomos llegaron para quedarse. Fue el veterano alcalde, Miguel Celdrán, quien los invitó. De sus desafortunadas palabras en un programa de radio emitidas a nivel nacional en 2010 subsiste hoy una de las mayores fiestas de la ciudad. En cuatro ediciones adquirió tales proporciones que tienen que salir volando de la Plaza Alta porque ya no caben. La Fundación Triángulo, que organiza este tinglado y atrae a gente con ganas de fiesta de toda España, está buscando nuevos enclaves dentro del Casco Antiguo para seguir dando alas a la reivindicación.
Celdrán tardó poco en darse cuenta de que podría sacar rentabilidad política a la metedura de pata. Y decidió que el Ayuntamiento apoyaría la jornada. Del equipo de Celdrán salió el hoy presidente de la Junta, José Antonio Monago, que aprendería mucho de él pero al que le falta la lengua viperina que tanto gustaba a los pacenses. Ese gracejo desvergonzado proporcionó a Celdrán días de gloria. Pero eso no lo ha heredado Monago. No puede. No es algo que se aprenda. O se tiene o no se tiene. Y Monago, que tendrá muchas otras cualidades, no sacó los aires bravucones con un punto cariñoso de Celdrán. Sin embargo, lo que sí ha visto Monago es que también puede sacar alguna tajada de la fiesta y este año se ha decidido a apoyarla. Incluso, podría estar interesado en acudir él mismo a la presentación de la jornada reivindicativa. Parece que Los Murallitas se veían venir esta migración del presidente junto a los Palomos. ‘Ay, qué modernito que se ha vuelto Monago’, le cantaron en la puerta del Galaxia el sábado de Carnaval.