La Confederación Hidrográfica del Guadiana regaló hace años a Badajoz un estupendo paseo fluvial al que sólo le hace falta el agua para ser perfecto. Discurre junto a los arroyos Rivillas y Calamón en dirección al Guadiana y se ha convertido en paso obligado para deportistas y caminantes de toda la ciudad.

Pero ese pulmón verde siempre tuvo un defecto: el presupuesto se acabó cuando tocaba equipar los puentes. Y en lugar de una barandilla resistente, colocaron tubos metálicos de estética dudosa y escasa resistencia.

Así ocurrió en las barriadas del Cerro de Reyes y Antonio Domínguez. Y a la vista está que la elección fue equivocada, porque un simple caco logró desmantelar las protecciones de un par de puentes aprovechando la noche.

En el vial que conecta el Cerro de Reyes con la carretera de Sevilla las barandillas fueron sustraídas en noviembre de 2012. Poco después anunció la Guardia Civil que el material había sido entregado en una chatarrería por un joven que fue detenido. Recibió 200 euros por el cargamento de metal, un euro por cada kilo de acero inoxidable.

Que alguien desmonte un puente es lamentable. Pero igual de penoso resulta que toda una capital de provincia permita que el organismo responsable del mantenimiento de esa infraestructura, en este caso la Confederación Hidrográfica del Guadiana, permita que año y medio después del robo sigan tapando el hueco las vallas azules de la Policía Local.

Una ciudad que aspire a ser importante no puede consentir la desidia. Igual que se obliga a los dueños de solares a desbrozar sus terrenos, se debería exigir a las administraciones públicas que mantengan las infraestructuras con un mínimo decoro.