Lo de Badajoz con los árboles es como una historia tensa de amor. En los últimos años el centro de la ciudad ha vivido situaciones pintorescas con la vegetación decorativa instalada en sus calles. En 2009 el conflicto ‘árboles sí-árboles no’ llegó a la calle Menacho. Los vecinos y los propietarios de los establecimientos ubicados en estas vía tenían posturas enfrenadas sobre si sembrar allí árboles.
El principal problema era que las copas de estos ejemplares ocultarían los escaparates de tiendas y comercios, lo que repercutiría de manera negativa en los negocios. Con el paso del tiempo ha quedado demostrado que no ha sido así. Estas afirmaciones no pasaron de ser especulaciones y temores. Sin embargo, los ciudadanos parecen no agradecer lo suficiente los beneficios que si aportan estos árboles. Proporcionan sombra y hacen que el panorama visual urbano sea más agradable.
Ayer los pacenses fueron testigos de otro espectáculo arbóreo. La tala de los dos cedros de la plaza de Minayo llamó tanto la atención a los ciudadanos que numerosos viandantes se congregaron en este espacio para ver cómo desaparecían estas dos plantaciones centenarias. “Pues a ver quién es el valiente que se sienta ahora en los bancos de esta plaza”, le comentaba una señora a la otra.
Naturalistas y la Asociación Cívica no han dudado en apuntar a las obras que se han desarrollado en esta plaza como el motivo que ha hecho que estos árboles se sequen. Por su parte, la asociación Amigos de Badajoz se apresuraba a pedir al Ayuntamiento que reponga los dos cedros incluso antes de que fuesen talados.
Parece que el patrimonio natural urbano no se valora lo suficiente. Veremos qué pasa y si los pacenses echan de menos estos dos ejemplares ahora que se acerca el verano. De momento, un nuevo capítulo de esta historia está por cerrar.