Por Tania Agúndez
Es increíble la capacidad de sorprender que tiene la ciudad de Badajoz. Cada rincón del Casco Antiguo esconde una historia que deja a muchos perplejos. La alcazaba o la Plaza Alta son dos de los mejores ejemplos. En estos últimos años estos espacios se han convertido en auténticos documentos vivos del pasado de la capital pacense. Las intervenciones que se han llevado a cabo en ambos enclaves han sacado a la luz nuevos datos sobre la historia de ambos lugares.
Gracias a las excavaciones arqueológicas que se han desarrollado en la Alcazaba se ha descubierto una puerta en recodo hasta ahora desconocida así como varias escaleras, entre otras cosas. Por otro lado, debido a las intervenciones que se han realizado en varios inmuebles municipales de la Plaza Alta se ha podido recuperar el que probablemente sea el edificio más antiguo de la ciudad que data del siglo XV (entre las Casas Consistoriales y la nueva Concejalía de Ferias y Fiestas), varios elementos arquitectónicos de importancia en el edificio de las asociaciones así como un escudo en el arco del Peso. Se trata de nueva información que hace que la ciudad se vea obligada a reescribir su historia.
Es apasionante levantarse por la mañana en Badajoz y comenzar el día con la sensación de que conoces un poco mejor la ciudad. Estas labores de rehabilitación y conservación permiten a los pacenses comprender, apreciar y valorar el lugar en el que viven. A amarlo un poco más.
Sin embargo, los ciudadanos muchas veces no son consciente del papel tan importante que juegan en determinadas obras los arqueólogos o los restauradores. Su trabajo encarece el presupuesto y muchas veces ralentizan las obras en las que desempeñan su tarea, pero hay que asumir que su labor es imprescindible si queremos conservar y salvaguardar el patrimonio histórico, artístico y cultural de la ciudad.