Por Evaristo Fernández de Vega

Mucho se ha hablado de comercio durante los últimos días. La simple posibilidad de que las grandes superficies de Badajoz puedan abrir todos los días del año y a las horas que crean oportuno, ha despertado un gran revuelo en el comercio local.

Los pequeños y medianos empresarios dicen que sería ruinoso, pero la Junta entiende que beneficia a los consumidores y al comercio en general, porque retendría a los extremeños que ya salen a comprar a las regiones que abren más días festivos.

Tengan razón unos, tengan razón otros, me ha llamado la atención una reflexión del presidente de los comerciantes de Menacho. Emilio Doncel dice que si la liberalización horaria es positiva porque facilita la vida a las familias, la Administración debería abrir los ayuntamientos y las administraciones en horario de tarde y los fines de semana para que resulte más cómodo hacer las gestiones.

La posible liberalización de horarios preocupa, pero más acuciante aún es la inminente subida del IVA. Si el impuesto aumenta, se encarecerá automáticamente el precio de los productos para todos, y eso retraerá el consumo.

Pero en una ciudad como Badajoz, esa circunstancia resultará especialmente perjudicial para los clientes portugueses, que pagarán hasta un 10% más por tomarse una cerveza, alojarse en un hotel o llenar el carro de la compra.

Al otro lado de la frontera ya subieron el IVA hace unos meses y los empresarios lusos se encontraron con un problema gordo:_si subían los precios, perdían clientes; si los mantenían, disminuía el beneficio.

Ese problema afecta ya a las gasolineras de Badajoz. Desde que la Junta aumentó el céntimo sanitario, la diferencia de precios entre el combustible portugués y el español se ha reducido, por lo que hay menos_portugueses interesados en repostar en nuestra ciudad.

Tal vez la subida del IVA sea imprescindible para salvar a la economía española, pero es evidente que para una ciudad fronteriza del tipo de Badajoz supondrá una auténtica puñalada trapera.