Por Evaristo Fernández de Vega
«Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar». Lo dice la sabiduría popular y lo certifican las últimas medidas económicas. Entre ellas, la supresión de la paga de Navidad para todos los empleados públicos.
Esta vez son ellos quienes van a sufrir las consecuencias de la ruina económica. Hay quien incluso se alegra de que por fin «les metan mano». Pero cada vez que alguien lo comenta, se me viene a la cabeza algo que me dijo hace un par de meses un abogado argentino: «La crisis afectará a todos, en Argentina ya lo hemos sufrido».
De momento, la subida del IVA la vamos a pagar a escote entre todos los españolitos. Lo mismo le doler al empleado de una empresa privada que al funcionario con plaza. Y el parado tampoco se va a librar del recargo del 3%.
Pero lo de la nómina de Navidad de los empleados públicos puede parecer distinto: ellos dejan de cobrar y a los demás nos dejan en paz. Pues no es así. En Extremadura hay alrededor de 94.000 empleados públicos y muchos de ellos (pongamos 10.000) viven en Badajoz capital. Eso quiere decir que el próximo mes de diciembre habrá 10.000 familias que se quedarán sin su paga extra.
«El problema es suyo», cabría decir. Pero no, porque cada una de esas pagas es dinero que dejará de gastarse en las tiendas de la calle Menacho, en las fiestas de Nochevieja, en la entrada para un piso del Cerro Gordo, en el jamón con denominación de origen y el puesto de castañas de San Francisco.
Serán 10.000 pagas, que traducidas a dinero, supondrán bastante más de 10 millones de euros. Y 10 millones de euros son 500 coches de 20.000 euros; o 16.600 ordenadores de 60 euros; o 2 millones de cubatas de 5 euros; o 10.000 escapadas a la nieve de 1.000 euros. ¿Seguimos o vamos poniendo la barba en remojo?