Cuando dos se tienen que entender y uno no quiere, el conflicto se eterniza y se eterniza hasta aburrir. El tiempo pasa, el calendario caduca pero la cabezonería echa raíces.
A estas alturas, en la margen derecha del Guadiana no debería haber ningún ganadero, pero todavía hay dos que siguen allí. Poco les importa las sentencias en contra y la amenaza de que el día menos pensado van a llegar los antidisturbios. Cuando uno defiende lo suyo no hay ley, autoridad o fuerza que te asuste. Y allí siguen. Con sus ovejas y gallinas mientras los operarios trazan pistas deportivas y embarcaderos desafiando a la paciencia de la Confederación Hidrográfica de Guadiana.
Rasgando en cualquier bloque de vecino o familia salen conflictos y cabezonerías menos mediáticos, más doméstico, pero igualmente marchitados.
En San Roque dos vecinos de pared con pared llevaban décadas sin mirarse a la cara por culpa de un árbol que destrozó el suelo de sus patios. El perjudicado le recriminaba a su vecino que lo talara porque dañaba su casa y el otro le denunció por amenazas e insultos. En estos años se han cruzado reproches y denuncias. El primero se empeñó en no arrancar el árbol y el segundo en que le pagara la reparación de su casa. Ahora todo ha cambiado. Incluso se dan los buenos días si se cruzan en la acera. El suelo sigue destrozado y el árbol en su sitio, pero este verano ambos han visto comos sus nietos se beneficiaban de la sombra que da la copa a ambos patios. La paz, a veces llega, de donde menos te lo esperas.