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El Badajoz de HOY

Al menos una esperanza

Por Ángela Pérez

 

Me miraba a los ojos mientras me aseguraba que era la primera vez que lo hablaba con alguien sin derramar una sola lágrima. Su fortaleza me impresionó. Me pregunté si yo sería capaz de pasar por una situación así sin abandonar por el camino. Sin duda ella lo hizo y le ha merecido la pena. Hablo de Carolina Filiberto, una joven que ya es conocida en la ciudad por su prácticamente milagrosa recuperación de una de las enfermedades más duras de las que he oído hablar, la esclerosis múltiples. Cuando la conocí, me pareció una historia increíble. Hacía siete años que se la habían diagnosticado y en los últimos meses su estado se había agravado de tal manera que ya dudaba de cómo luchar para sobrevivir. Sin embargo, gracias a un tratamiento experimental, Carolina me abrió la puerta, en pie, me condujo hasta el patio de su casa y me ofreció un refresco. En 25 días había recuperado casi por completo la movilidad de su cuerpo, al que ya daba por perdido.

Cuando la historia se hizo pública, muchos dudaron de que fuera buena idea. Algunos comentaban que quizás con esto se daba una esperanza, que no se cumpliría en muchos casos, a gente que se encontraba en una situación desesperada. Es cierto que la vivencia de Carolina es única. Que nadie en el mundo ha sufrido una recuperación como la suya. Pero, ¿la esperanza no forma parte de la curación?

Cuando le pregunté a Carolina si alguna vez había soñado con que ocurriera algo así, su repuesta fue rotunda: “Para nada”. Y a pesar de ello, esta joven no había perdido la sonrisa. Su padre sin embargo, como me contó, era el único que seguía confiando en que algún día saldría de este infierno. “Y ahora le he tenido que dar la razón”, me explicó entre risas. Para ella, esa esperanza y apoyo de su familia, que nunca se apagó, a pesar de los duros momentos por los que atravesaba Carolina, fueron un pilar. Un pilar que ahora espera poder tasmitir al resto de personas que tienen que vivir día a día con esta enfermedad.

Puede que la esperanza no sea la solución ni la curación pero, sin duda, Carolina se ha convertido en una luz, en una posibilidad, en al menos un motivo por el que seguir luchando. Y, para esta joven, como me dejó muy claro, si su historia sirve para ayudar a una sola persona, para darle un motivo por el que levantarse cada día, merecerá la pena. Si alguien necesita un buen ejemplo a seguir, Carolina, al menos para mí, lo es.

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