Por Natalia Reigadas

Voy a Cantabria a visitar a la familia cada dos meses como mínimo. Hace unos años era toda una tortura, pero poco a poco el viaje ha ido mejorando. Son 750 kilómetros que se recorren en siete horas y media u ocho. De esa distancia, 660 son autovía, ya que se completó la Vía de la Plata y también la carretera de Palencia a Santander.

Ambas obras han aligerado mucho el viaje, pero sigue habiendo un pero. El viaje de ida se hace mucho más ligero que el de vuelta porque el tramo de 90 kilómetros de nacional está entre Cáceres y Badajoz y por lo tanto, a la vuelta, cae al final, cuando ya estás muy cansado de coche.

El mayor inconveniente de la Ex-100, sin embargo, es la carretera en sí. Es una nacional estrecha, con desnivel si los coches de salen de la vía, con curvas cerradas y con cambios de rasante. En fin, un chollito de carretera en la que, además, muchos conductores exceden la velocidad. De hecho, si vas a 100, siempre hay algún energúmeno que se pega como pidiendo que corras más porque adelantar es toda una aventura.

Estaba pensando en estos peligros en el último viaje cuando recordé que hace poco han indicado que convertir este tramo en una autovía no es una prioridad porque no es necesario. En fin, hace mucho que sé que la crisis retrasará casi indefinidamente esta obra, pero es insultante que alguien crea que no es necesario.

¿Cuantas capitales de provincia de España dentro de una región no están unidas entre sí? Merece la pena consultarlo para avergonzarse. Lo peor, por supuesto, es que la Ex-100 tiene mucho tráfico y es peligrosa, pero detrás de esta carretera también hay una ruptura entre provincias, es como una frontera o un muro. Personalmente pienso que una autovía abriría más la relación entre ambas ciudades e incluso podría acabar con una distancia social que creo que nunca se ha roto en Extremadura. Otros dirán que no hace falta.