¿Quién no se ha preguntado alguna vez qué haría si le tocara la lotería? Normalmente, las respuestas que suelo escuchar están encaminadas hacia la misma dirección. Algún viaje, un coche espectacular, un chalet con piscina…o, lo más común, “si no es mucho, tapar agujeros”. Pero claro, el primer paso para que te toque, es comprarla. Aquí viene el verdadero dilema, porque lo es.
Hace unos días, aunque aún me parecía un poco precipitado, reserve ya parte de mis ingresos para lo que llaman la ‘ilusión’. Me refiero a la lotería de navidad. Cualquiera que pasee por las calles más comerciales y hosteleras de la ciudad, puede ver como casi todos los escaparates lucen un nuevo cartelito. Afortunadamente no me refiero al de ‘se vende’ o ‘se alquila’, que últimamente también está muy de ‘moda’. Se trata del avisador principal de la llegada de la navidad: ‘Hay lotería’.
Los hombres solemos ser seres de costumbres. Por las mañanas nos levantamos, vamos al trabajo, el que es afortunado hoy en día, y a la hora de siempre, con la variación de apenas unos minutos, nos dirigimos a desayunar, al bar de siempre, claro. Allí está el cartelito, con un número que al verlo te parece ‘el Gordo’ de este año, seguro. Evidentemente, lo compras, ¿y si toca? Al llegar a la empresa, un compañero te da el segundo aviso: “Ya tenemos la lotería, mira que buen número”. Sin pensarlo si quiera, ya has tenido que tomar la decisión. La coges, que como les toque a todos y a ti no… De camino a casa pasas por tu estanco habitual, de nuevo el dichoso cartelito. Otro décimo más. Entonces paras a comprar el pan en tu tiendecita, de siempre. Otro número con pinta de ser ‘el Gordo’.
Tan solo han pasado diez horas y ya posees en tu cartera cuatro boletos llenos de ilusión, pero 80 euros menos. Esto, teniendo en cuenta que por la tarde volverás a salir de compras, llevarás al pequeño a merendar a la pastelería de siempre, pasarás a echar gasolina, visitarás a tus amigos de la peña de fútbol o de tu murga o de la comparsa… Y, sobretodo, teniendo en cuenta que aún faltan unos 50 días para el sorteo, más que ilusión, empieza a darte dolor de cabeza, y de bolsillo.
De todas formas, yo, por si acaso, ya tengo el del trabajo, el del bar, el del estanco, el de la gasolinera, el de la peña, el del pueblo donde fui de vacaciones a pasar unos días… ¿y si toca?