Por Tania Agúndez
Los ciudadanos tenemos la mala costumbre de aprender a base de golpes. Si tiramos papeles al suelo en lugar de depositarlos en las papeleras o bajamos la basura a deshora, pues multa; si aparcamos los coches en doble fila y cerca de los pasos de peatones obstaculizando la visibilidad de los demás conductores y usuarios de la vía, pues sanción al canto.
También están los que levantan construcciones de manera clandestina e ilegal, como ocurre en Los Rostros de Santa Amalia -en este acaso además de multar, se procede a derribar lo que se ha edificado sin licencia-; o los que pisan demasiado el acelerador cuando van al volante. Un ejemplo de esto último es la evolución que ha sufrido el número de accidentes registrados en la carretera de Olivenza.
Tal y como recoge una información de HOY, si en 2010 y 2011 se contabilizaron hasta 75 incidentes en esta vía, en 2012 no se ha producido ningún accidente. De nuevo el rádar y su correspondiente expediente sancionador –multa y retirada de puntos- han hecho que los pacenses aprendamos que las normas están para cumplirlas.
Puede que haya quien piense que todas estas medidas se imponen con un fin recaudatorio. Es posible. Sin embargo, lo cierto es que cuando se ejecutan las calles están más limpias, la circulación es más fluida, la ciudad es arquitectónicamente más sostenible y la conducción es más segura. No lo olvidemos.