El color de una zapatilla, el olor de la tierra mojada, el locutor del partido del fútbol. Los recuerdos no se eligen, permanecen en el tiempo, aparecen, desaparecen y cuando menos te lo esperas, te sobrecogen. El pasado domingo fue un día de recuerdos en Badajoz. Se cumplía quince años de la riada. Cualquiera que estuvo ese día en la ciudad puede relatar al dedillo como lo vivió, donde estuvo o como se enteró de lo ocurrido , pero muchos de los que rozaron la tragedia, conviven todavía con una sensación abstracta, difuminada, más cerca al espanto que a una imagen concreta. Isabel contaba el domingo en HOY como una ola negra de agua le alcanzó al abrir la puerta de casa. Ahora no puede bañarse en el mar, hay demasiadas similitudes. En otra entrevista, uno de los afectados contó una vez que llevaba años soñando con una zapatilla roja que arrastraba el agua por el arroyo. De todo lo que pasó esa noche por sus ojos, la zapatilla es lo que le lleva a la angustia. En una ocasión otro afectado recordó que estaba viendo al Madrid en la tele esa noche y se sobresaltó cuando le avisaron a casa, desde entonces cada vez que escucha al mismo locutor de entonces retransmitir otro partido no puede evitar el sobresalto. Los recuerdos no se eligen.