Hace años se anunciaban los períodos de liquidación. Ahora no es preciso, basta darse una vuelta por la ciudad para llegar a la conclusión de que Badajoz está de saldo.

Es lo que hice ayer. Bajé a pie por María Auxiliadora y me sorprendió comprobar que la nueva frutería estaba cerrada. Abrió hace unos meses y en su escaparate anunciaba tomates de Talavera, de los buenos. «Pues ya no abre», me comentó un vecino.

Poco después entré en una joyería para que me ajustaran un anillo. Dos horas después, el trabajo estaba listo. «Ahora no tenemos tarea –se quejó el joyero–. Estos dos últimos meses han sido los peores de la historia».

De camino al centro me crucé con el local que ocupaba una empresa que plancha ropa a domicilio. Primero estuvo junto a la pista de BMX de Valdepasillas, luegó emigró a la avenida de Villanueva y ahora se traspasa.

En Enrique Segura Otaño pasé ante la fachada de la cafetería que había junto al bingo. También estaba cerrada. Lo mismo que la cafetería Europa, a un paso de la biblioteca del Estado. Ese local parece gafado.

Finalmente me dirigí a los juzgados. Allí me contaron que este año ya se han celebrado en la ciudad 159 subastas de viviendas y locales hipotecados. Eso significa que más de 100 familias se han quedado sin su bien más preciado: la casa.

Al escuchar el dato, solo pude hacer una pregunta: «Si estuviera en su mano, ¿qué solución le daría?». Y tras dar varios rodeos, la persona que se sentaba ante mí dio una respuesta: «La solución es que se cree trabajo».

Es la misma contestación que me ofreció semanas atrás el párroco de San Fernando. Él pedía ayuda para dar de comer a las familias que pasan necesidad, pero reconocía que ese apoyo solo es un parche. «Lo que realmente se necesita es que la gente tenga trabajo», concluyó.

El Servicio Público de Empleo publicó hace unos días que la ciudad de Badajoz cuenta con más de 20.000 parados, y mientras eso no se solucione, continuará esta temporada de saldo que ya se prolonga demasiado.