Por Tania Agúndez
Un llavero, un broche, un calendario y una caja de pestiños. Esa ha sido mi compra de esta semana en los rastrillos benéficos que ya se extienden por la ciudad. Llega la Navidad y con ella viene aparejado un sentimiento de solidaridad que no aflora en ningún otro momento del año. Es ahora cuando ese espíritu tan particular invade a la ciudadanía.
Manos Unidas y la Asociación Tamarán ya han puesto en marcha sus mercadillos solidarios. Pronto también lo hará la parroquia de San Roque. Todo con un mismo fin: ayudar a los más necesitados.
Pero detrás de estas iniciativas hay un gran esfuerzo y trabajo que pocos ven. Muchos ciudadanos se implican para sacar adelante cada año este tipo de eventos: personas que elaboran y confeccionan objetos y artículos para ser vendidos, empresas e instituciones que donan variedad de productos, los voluntarios y voluntaria que atienden y colaboran en estas actividades y, por supuesto, cientos de pacenses que se acercan a mirar, comprar y contribuir con una pequeña o gran aportación al engranaje de esta gran cadena solidaria.
En los bolsillos de los pacenses hay muy poco dinero en estos momentos. En realidad, casi siempre ha sido así. Sin embargo, han ido colaborando en menor o mayor medida en función de sus posibilidades. Esta ayuda sigue siendo necesaria y más en estos momentos. Pero también estaría bien que de alguna manera se agradeciera y aplaudiera esa labor silenciosa que realiza cada una de estas pequeñas piezas que hacen posible poner en marcha la maquinaria de la solidaridad pacense. Por ello, el merecido reconocimiento a todo ese trabajo silencioso, esfuerzo voluntario y la ilusión discreta que ponen a cada instante y en cada lugar en el que desarrollan esta impagable tarea.