Por Antonio Gilgado
Había mujeres mayores, jóvenes, niñas, adolescentes. Universitarias, trabajadoras, sin estudios. Pocas concentraciones aglutinan a una población tan heterogénea como la que se celebró el pasado fin de semana en Badajoz. Se trataba de dar voz a aquellas que no la tienen porque algún miserable se ha empeñado en quedarla muda.
En la ciudad sufren muchas víctimas silenciosas, de las que casi nadie se percata del infierno en el que se ha convertido su relación de pareja. En el grupo policial especializado en esta lucha que trabaja en la comisaría de Castelar sí conocen de sobra lo que padecen. Uno de los agentes contó en una ocasión que no necesitaba hablar con las víctimas, bastaba con mirarlas de cerca. “No tienen luz en la cara”, decía. Lo mismo notaba cuando veía que salía del drama, “notas que recuperan la luz”. Pero el tránsito no es fácil. Llamadas de teléfono con amenazas, terror a ir de compras a la calle Menacho, sentimiento constante de culpa, sensación de vacío. Los agentes custodian a mujeres muy diferentes. Mayores, jóvenes, niñas, adolescentes. Universitarias, trabajadoras, sin estudios.