Por Ángela Pérez
“Vengo a jartarme, pero no es la primera vez”. Así alardeaba una joven de tan solo 14 años el 22 de diciembre de 2011, durante la celebración de un macro botellón en el paseo fluvial de Badajoz, en el conocido como ‘día del borracho’, mientras daba un sorbo a su cubata de vodka.
Esta chica no estaba sola, ni era la única menor que asistía hasta el lugar con la misma intención, únicamente beber. Aquel día, agentes de la Policía Local acudieron al evento, programado, entre otras formas, mediante las redes sociales, y requisaron varias botellas a jóvenes que sin haber cumplido la mayoría de edad habían logrado fácilmente hacerse de un ‘nutrido y surtido botellón’.
El hecho de que estos menores, muchos sin ser conscientes del efecto que esta droga, a pesar de ser legal, puede ejercer en sus organismos, consuman alcohol es una auténtica barbarie. Pero peor aún es que haya quién se lo proporcione.
Durante estos días, en los que por la celebración de las navidades el consumo de bebidas alcohólicas aumenta notablemente, el cuerpo de la UCEYP, perteneciente a la Polícia Local y dedicado a este tipo de sucesos, intensificará los controles de aquellas tiendas que sin escrúpulos surten a estos grupos de chicos y chicas que en ocasiones no llegan ni la edad de aquella menor que solo buscaba ‘jartarse’.
Sin embargo, no solo se trata de una labor policial. En muchas ocasiones el verdadero problema se crea en el propio hogar. Es imprescindible que los padres, así como los educadores, las administraciones e incluso el resto de ciudadanos, luchemos por erradicar este problema. Educar es la base de la sociedad. Y es que aunque muchos creamos que este asunto no nos incumbe, nunca se sabe cuando nos puede tocar, a nosotros o a nuestros pequeños.