
Foto de familia en la Plaza Alta de los participantes en el maratón de 42 kilómetros organizado por el Club del Caminante de Badajoz. / C.M.
Para los clásicos basta con transitar por los puentes. Los más aventureros se pierden por el estrecho sendero que nace en el Tanatorio y se pierde por el río. A los impacientes les ha seducido el parque que aún se termina entre el restaurante Marchivirito y las Moreras. Los valientes se atreven con los desniveles que llevan hasta la Alcazaba. Los aburridos se conforman con la circunvalación. Los solitarios con los senderos de Tres Arroyos y los novatos con las amplias aceras de la Avenida de Elvas. En Badajoz hay intinerarios de paseo para todos los gustos y la demanda no para de crecer.
El pasado fin de semana en el maratón del Club del Caminante se reunieron más de un centenar dispuestos a desgastar las zapatillas. Partieron al amanecer y llegaron a primera hora de la tarde. Muchos lo hicieron en solitario. Sorprende que muchos lo hicieran en solitario.Cuentan los clásicos que andar en soledad ayuda a poner en orden las ideas, toda una declaración de intenciones en estos tiempos de tanto desasosiego.
Caminar, en el fondo, tiene mucho de reflexivo. La mecánica de adelantar un pie y apoyar el contrario en el suelo sin perder la verticalidad se aprende antes de que salgan los dientes, pero sólo en la madurez se aprende a sacarle partido a los paseos. Andar y caminar pueden parecer sinónimos, pero no lo son, la diferencia la marca la edad. Después de mucho andado, aprendemos a caminar.