En la coqueta esquina de Minayo y San Francisco, en el lugar donde corre el aire y estos días aprieta el frío echará el cierre en unos días la cafetería La Marina. Punto de encuentro de abuelos que desconectan un rato de sus nietos mientras estos saltan cerca del quiosco de música y corretean detrás de las palomas. Lugar donde una vez se citaron los enamorados cuando se usaba la palabra mocear. Fue barra de vinos en 1928. Este mítico café donde hasta se inspiró el círculo del Porrina para crear una de sus letras va a cerrar sus puertas.
El próximo 10 termina el contrato de alquiler de la empresa con el Ayuntamiento y, por el momento, no hay más noticias que la intención del arrendantario por marcharse. El Ayuntamiento tendrá que volver a sacar a subasta el alquiler para que otra firma confíe en las posibilidades de este establecimiento.
No es la primera vez que echa el cerrojazo. El Ayuntamiento y el concesionario de los años 90 se enfrentaron hasta tal punto que estuvo cerrado casi nueve años y llegaron hasta el Consejo de Estado. La que dentro de poco se agota es la última página de un local con historia. Esa que no se recoge en los libros y que no figura en documentales. El testigo que vio cómo la vida social se desarrollaba en torno a San Francisco y cómo los transeúntes han ganado la partida a los coches en Minayo. Todo queda dentro de sus puertas. Hasta la próxima, si es que el Ayuntamiento no lo resuelve pronto.