Dos entradas, 13 euros. Ese es el precio que hay que pagar en Badajoz por ir al cine un martes cualquiera. Así no me extraña que hubiera tres personas en la sala. Y claro, si la película te gusta, no te lo planteas tanto, pero como encima te pongan un bodrio, te vas para casa con cara de ‘no sé quién o quiénes, pero me están tomando el pelo de una manera bastante descarada’. Es imposible que un negocio remonte así. Tal y como están las cosas, ver películas en esta ciudad en pantalla grande se ha convertido en todo un lujazo. Es comprensible que el pirateo sea una práctica habitual. Y si supiéramos que el dinero que pagamos por esa entrada contribuye a potenciar un cine de calidad, profundo, con mensaje, ‘blablabla’, sería un precio estupendo. Pero hay tantos intermediarios y tantos intereses… Lo dicho, que no hacen más que fomentar el pirateo.