Parece que Badajoz vive en un constante tiempo de espera. Los destrozos que sufre la ciudad tardan meses en ser reparados y las rehabilitaciones pendientes en inmuebles y monumentos acumulan años de retraso.

Hay decenas de vallas repartidas por toda la ciudad que aíslan desperfectos. Las vallas ubicadas en los puentes de la capital pacense son un ejemplo de esta situación. Seis meses llevan cuatro puentes de la ciudad rodeados con estos elementos viales. Algo parecido ocurre en el Baluarte de la Trinidad y la puerta que lleva su nombre. Más tiempo llevan incluso ubicadas en algunas calles del Casco Antiguo rodeando edificios en mal estado.

Estas vallas las colocan las administraciones u organismos responsables de cada zona para garantizar la seguridad de los ciudadanos, pero su instalación se perpetúa tanto en el tiempo que pasan a formar parte del paisaje urbano. No es una cuestión de estética, pero la circunstancia resulta grotesca. Son un signo más de los deberes que quedan pendientes por acometer en la capital pacense.