Por EVARISTO FERNÁNDEZ DE VEGA
Si los cacos han sido capaces de desvalijar el Hospital Provincial, que está en pleno centro, no quiero imaginar lo que puede ocurrir con los bloques vacíos del Cerro Gordo. Cuadros eléctricos, pomos de puerta, cables, grifos e incluso calderas han comenzado a ser arrancados en uno de los edificios de la avenida principal. El problema se ha hecho público ahora, pero hace ya muchos meses que los robos se suceden.
Antes de estallar la crisis inmobiliaria, un piso en el Cerro Gordo costaba 150.000 euros. Ahora se venden por la mitad, incluso menos, pero aún así el valor conjunto de las 400 viviendas en venta ronda los 30 millones. Demasiado dinero para que los ladrones lo echen a perder.
Solucionar el problema sería fácil si todos los pisos encontraran comprador de hoy para mañana. También cesarían los robos si la policía estableciese un sistema de vigilancia permanente. Pero mucho me temo que no ocurrirá así y dentro de pocos meses una parte del Cerro Gordo podría ser un barrio fantasma.
Hace tiempo leí que en Irlanda se han inventado un sistema infalible para acabar con estas situaciones. La muerte de un niño en un edificio que no había podido ser vendido justificó el derribo de un céntrico bloque.
Los expertos auguran que algunas de las promociones que se han quedado a medio construir en España terminarán siendo demolidas en el año 2016. Y mientras esa posibilidad se baraja, el Instituto Nacional de Estadística contabiliza 23.000 personas sin hogar en España. Pisos vacíos y familias en la calle. Paradojas de un sistema económico que precisa cambios profundos.