Hace un par de meses andaba por una esquina del Casco Antiguo, pasó un coche a bastante velocidad e hizo sonar el claxón para que le cediesen el paso. En esos momentos había una vecina asomada a su ventana y se quejó: “otro tonto del pito”. La escena me hizo muchísima gracia y hoy quiero recordarla porque hay un problema con ‘los tontos del pito’.
Las calles del Casco Antiguo son estrechas y si al llegar a un cruce ves un ceda el paso debes reducir la velocidad muchísimo o más bien parar para comprobar que no hay un coche que viene por la transversal. En lugar de cumplir con la normativa, muchos conductores optan por mantener la velocidad continua y pitar. Este bocinazo significa: “más vale que pares tu, porque yo voy lanzado“. El peligro de este sistema es que el conductor que va por la calle transversal no escuche el claxon porque lleve la música puesta o no esté pendiente y se produzca un choque. En todo caso las consecuencias no suelen ser muy graves porque la velocidad en estas calles estrechas no es excesiva.
La otra consecuencia, no tan peligrosa, pero igualmente enervante, es que los vecinos del Casco Antiguo que residen cerca de un cruce deben vivir entre pitidos. De ahí la expresión de hartazgo de la señora .
Yo soy vecina de la zona monumental y nunca me quejo de los ruidos, como las fiestas o el ambiente nocturno, porque entiendo que se trata de un barrio especial en el que tenemos unas ventajas y unas desventajas. Una ventaja, por ejemplo, es ir andando a todas partes mientras que las calles cortadas por eventos son una clara desventaja que hay que aguantar con paciencia. Lo de los coches que pitan, sin embargo, sienta fatal porque es absurdo. Accionar el claxón no sirve para evitar un accidente, es desconsiderado y a la hora de la siesta debería estar multado, pero bien.