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Badajoz de HOY

El Badajoz de HOY

El momento de la despedida

Por Ángela Pérez

La estación de autobuses es un lugar muy intersante de la ciudad. Muchos pasamos por la puerta sin prestarle ningún tipo de atención. Sin embargo, a la abuela de un buen amigo, que ya está jubilada y a la que le gusta mucho pasear, le parece uno de los lugares con mayor encanto. Algunos días va al Casco Antiguo, donde aprovecha para comprarle regalos a sus nietos. En otras ocasiones, y cuando el tiempo le acompaña, le gusta dar su paseo matinal por los márgenes del río. A veces cambia su ruta radicalmente para visitar su antiguo barrio, en la margen derecha, donde aún le quedan algunas amistades. Pero cuando le apetece conocer historias no lo duda, se va a la estación de autobuses.
Según me cuenta, allí se ve a gente de todo tipo. Se para a escuchar los problemas, alegrías e inquietudes de los que esperan en el andén, lo que le llega a entretener durante horas. “Lo más bonito son las llegadas. Cuando los novios se dan tantos besos”, me comentaba el otro día, supongo que haciendo memoria de su juventud. Lo que más le entristece son las despedidas: “siempre se les queda mala cara a los pobres”. Y lo que menos le gusta, es cuando llega el verano.
La abuela de mi amigo me asegura que los jóvenes que llenan la estación los viernes y los domingos le dan verdadera alegría. Le gusta mucho cuando empiezan a llegar como en manadas para hacer cola en las ventanillas. Según cuenta, a ella le entretiene escuchar qué planes tienen para el fin de semana. “Que si se van al campo, que si tienen una comida familiar, que si van a ver a unos amigos a otro pueblo…siempre tienen planes estos jóvenes. No paran”.
La mayoría de estos jóvenes que tanto la entretienen son universitarios. Esos 10.000 que estudian en la ciudad y que vienen de otros pueblos de la región. Aquellos que durante los meses del curso llenan los pisos en los que lucen los carteles de ‘Se alquila’, que abarrotan los bares los jueves y que dan de comer a muchos empresarios de la ciudad con los cerca de 45 millones de euros que se dejan cada curso.
Parece ser que la llegada de los éxamenes ya está frenando el viaje de los universitarios, que muy pronto se irán a sus casas. “En cuanto veo que ya no hay niños, es que empieza el verano. ¡Qué lástima!”, me contaba la semana pasada. Y aún le quedan muchos meses a esta abuela de esperarlos sentada junto al andén. Pero ya le he dicho: “No te preocupes abuela (como le llamo a veces), que en septiembre vuelven”.

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