Hoy les iba a freír las orejas con el aceite turbio de la investidura. Pero dado que va soplando el viento por clarines y timbales cambio el rumbo y me voy a Olivenza. ¡A los toros! Sí, a los toros. Y que sea lo que Dios quiera. Ya está bien de amargura y cuento. Tiene mi sombrero rumbo torero… ¡Ay, Pepe Blanco! Así, como él, paladeando el verso,… ¡rumbo torero! Rumiando las erres. Y que rabien en la cloaca los malandrines. Sopla el viento fuerte por peteneras, por martinetes, un, dos, tres, en la frontera, Olivenza, escondite inglés. Motivos para ser felices los hay para jartar. La primavera que se barrunta. Olivenza en el romance del toro. España y Portugal, tan a portagayola una de otra. Los ojos negros de una mujer. La barra y la mesa. Toros y toreros.
A buen seguro, en cada aficionado hay un motivo. Cada uno con el suyo a cuestas. Uno o cientos. Tan íntimos que a veces ni siquiera se cuentan. Yo me permito señalar los que a mi juicio, a mi pasión, hacen de esta feria oliventina una feria memorable.
Primero y principal, Miguel Ángel Perera. Porque es un figurón del toreo, porque ha pagado la gloria en sangre y al contado. El pasado septiembre hizo estación de penitencia en Salamanca y aquello fue de traca. Han sido 172 días de hule gordo. Mañana sábado, cuando rompa el paseíllo, los presentes tendremos el privilegio de rogarle con nuestros aplausos que salga a saludar al tercio. Solo por eso merece la pena pagar la entrada. Es más, si a la tarde le sumamos la magia que derrocha Alejandro Talavante y el toreo de pureza y oro que despacha Diego Urdiales, no es extraño que se cuelgue el cartel de no hay billetes.
Otro motivo. En realidad tres en uno. Los debutantes. Tres tauromaquias que prometen. El domingo tendremos ocasión de calibrar en Extremadura a tres que vienen arreando de lo lindo. Canela en rama. Tres que vienen a mandar, saben cómo y les sobra bragueta. Tres como tres soles. Roca Rey, sol inca, terremoto del Perú, el que cuenta las tardes por triunfos; no hay aficionado que no suspire por echárselo a los ojos. Otro sol, el azteca, Joselito Adame, triunfador indiscutible de la Temporada Grande en el coso de Insurgentes, que ya es; por fin un mexicano capaz de rendir España. Y López Simón, el torero de las geometrías imposibles. Tres puertas grandes venteñas le contemplan. Del tirón. Madrid a sus pies, hay que verlo sí o sí. Y si en la partida entra Garrido, el cuarto as de la joven baraja, que viene como un cohete, no hay perdón para no ir. Que no se lo cuenten.
Un tercer motivo. Dos novilladas cierran el círculo. Los utreros los ponen Juli y Talavante, ganaderos oliventinos. Dos ganaderías que van a dar que hablar. ¿Son tan buenos los novillos de Talavante como se dice? En Sevilla ya están en los carteles. Ustedes tienen la palabra.
Y un cuarto motivo que son dos. Dos novilleros que debutan con picadores, David Bolsico, de Higuera La Real y Juanito de Monforte, Portugal. Aventajados los dos, los dos de la Escuela de Tauromaquia de Badajoz. La ocasión la pintan calva para arroparles en día tan importante para ellos y, al mismo tiempo, para predecirles el futuro.
¿Lo demás? Lo demás se os dará por añadidura. Pero que no se lo cuenten, no me sean paraditos, que los toros se ven en la plaza, pasando calamidades, porque la magia, como los aromas, no entiende de televisores. Por cierto, no olviden su habano. Ni al hijo, ni al nieto. ¡Y que Dios reparte suerte!