Hay tardes en que el sueño se hace carne. Tardes de Maestranza y Gloria en que lloran los arrieros. Porque cuando la casta manda parar, los relojes se escacharran y los corazones se levantan. Y se te anuda en la garganta un viento venido del más allá, y lloras. Te reconcilias con la vida y la muerte, y te estalla por dentro la fe en la más grande de las artes: la Tauromaquia. Un orden antiguo de sabiduría en que el hombre y el toro bailan con la muerte en los pitones. Tan efímero como la redención. Tan de verdad que solo cuando hay toro se alcanza el éxtasis. Se llama “Cobradiezmos” y es de la familia de las Cobradoras. Herrado con el 37, número mágico. Hijo de “Cobradiezmas” y de “Jaquetón”. Nacido para la lidia un día de diciembre de 2011. Pelo cárdeno, 562 kilos de peso y en las entrañas el caudal inmenso de la bravura. Hoy, 13 de abril de 2016, “Cobradiezmos” del hierro de Victorino Martín ha sido indultado en la Maestranza. Era el undécimo festejo de la Feria de Abril, y los ángeles aún le baten palmas. La petición ha sido unánime. No recuerdo haber visto nada igual. Bravura, casta… y la muleta baja. Una y otra vez, la voluntad de repetir y de cazarla, siempre con la carita por abajo, como solo embisten los bravos entre los bravos, firmando su propio indulto con el hocico en el albero maestrante. Se llama “Cobradiezmos”, lo lidió Manuel Escribano, juntos han escrito historia del cante grande del toreo. Puesto en pie, me quito el sombrero ante un toro de bandera. No era una perita en dulce, era tan noble como encastado, tan fiero que aún tiemblo cuando lo recuerdo. Ahora estará camino de la finca. Volverá para padrear. Para que la sangre de los buenos no se acabe. Y toda la tierra será suya. ¡¡¡Y Viva España!!!