¡Bienvenidos! Bienvenidos todos. Usted con quien comparto la devoción por el toro, pero también usted que, sin ser aficionado, me regala su atención. A todos. También usted, que lejos de la magia del toreo, se siente y manifiesta contrario a la fiesta. Bienvenidos todos, porque en esta casa todos son recibidos con respeto y con cariño. Los unos porque ya creen, los otros porque pueden llegar a creer en el arte más sublime, en la verdad más entera, la que nace de la lucha del hombre con sus propios miedos. La dicha de creer en la luz desbordada de una tarde toros, la dicha de vivir abrazados a un muletazo largo y hondo. Creer,… he ahí el misterio. El misterio, el don generoso, que se esconde tras la puerta de toriles, allá donde viven las fuerzas del espíritu. Esa puerta que hoy, ahora, se vuelve a descerrajar en HOY. Gracias a esta casa por darnos cobijo, por poner el piso plaza, gracias sinceras.

Vamos rumiando que hay tajo y hay simiente. Sin descanso. Sin fatiga en la espera. Así que,… ¡haya alegría!, ¡reine siempre el respeto!,… pero discútase limpia y, aún, bravamente de toros. Como se ha hecho desde que el toro es toro, allá en la noche de los tiempos. ¡En libertad! Libertad,… ¡qué bella palabra! No nos la han de robar, que siempre nos quedará la palabra libertad al fondo, muy al fondo, donde todo es negro, donde puede más el toro, a puerta de toriles. Y nosotros aquí, siempre, en esta barrera de capotes.