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Fco. Javier M. Romagueras

Catalana con Jamón

San Juan, la noche en la que ahuyentamos nuestros temores

Mi actual ciudad de residencia, Badajoz, y mi tierra natal, Catalunya, comparten, entre otras cosas, la celebración de la festividad de San Juan. Feria en el primer caso, verbena en el segundo, la noche más mágica del año ha tenido siempre una significación muy especial, en la que se entremezclan los ritos de purificación, con la tradición religiosa.

Desde mi infancia, la noche de San Juan siempre ha representado un punto y aparte en el devenir anual. Era el momento en el que acababan las clases y se abría la puerta al prolongado verano. Dejabas atrás estudios, obligaciones y algún que otro sinsabor con las notas, para adentrarte en el territorio de los juegos, de los baños estivales, de la prolongación de los horarios nocturnos, etc.

Hoguera de San Juan junto a la playa

El ir y venir en torno a San Juan comenzaba un par de semanas antes, cuando empezaban a venderse los distintos productos pirotécnicos, con los que por aquél entonces disfrutábamos los críos. Recuerdo perfectamente unos petardos verdes y alargados que se llamaban piulas, que eran los más habituales. Junto a ellos las bombetas, pequeñísimos paquetitos de pólvora que explotaban al estrellarlos contra el suelo. Otro clásico eran los rascaparets, también llamados garibaldis, que eran unos rollos alargados de cartón estrecho, con pequeñas porciones de fósforo blanco, que petardeaban al friccionarlos contras las paredes. Y finalmente, otro de los productos estrella, eran los denominados chinos. Pequeños petardos de colores adornados con estrellitas, que iban enristrados, y que hacían el efecto de traca.

Junto al repertorio pirotécnico, los chiquillos recorríamos el pueblo, Premià de Mar, de casa en casa, pidiendo muebles y maderas viejas, que íbamos amontonando en un solar vacío, para ir conformando la enorme hoguera que se encendería la víspera de San Juan.

Unos años más tarde, en el período de la adolescencia y la juventud, la noche se fue prolongando, convirtiéndose la verbena de San Juan en el punto álgido del calendario festivo. Las celebraciones populares, los conciertos para recaudar fondos para múltiples causas sociales, los amaneceres en la playa, componen el decorado de esos años. Y una canción que, desde entonces, tengo personalmente asociada sin remedio a esta fecha. Se trata de Qualsevol nit pot sortir el sol (Cualquier noche puede salir el sol), creada por Jaume Sisa en 1975.

CORIA y BADAJOZ

Ya en Extremadura, mi vivencia respecto a San Juan se centra en Coria y en Badajoz. Durante el tiempo en el que estuve de director de RNE en Plasencia, tuve la oportunidad de realizar dos veces una programación especial con motivo de la fiesta cauriense. Fueron los años 1989 y 1990. La pequeña emisora placentina contaba con un reducido grupo de profesionales, mayoritariamente joven, animoso y con unas ganas enormes de hacer radio en directo. Así que, ni cortos ni perezosos, nos fuimos a Coria, para hacer una programación en la calle, coincidiendo con sus sanjuanes. La experiencia fue intensa, en lo lúdico y en lo profesional. Estar en el casco histórico de Coria, en el interior del recinto vallado, con uno de aquellos equipos de transmisión autónomos, que llevabas en bandolera, con la antena sobre el hombro, narrando lo que sucedía a la espera de la aparición de uno de los toros, es, sin duda, un recuerdo imborrable.

Esta pequeña digresión, tiene su punto final en Badajoz. Aquí el concepto es totalmente diferente, pues todo gira en torno a la Feria, las casetas, los cacharritos, etc. En mis primeros años de residencia en Badajoz siempre me dejaba caer algún momento por el ferial, por aquél entonces en la cabecera del actual Puente Real, en la margen izquierda, en los terrenos que actualmente ocupa el mercadillo de los martes. Pero era algo distinto, que carecía, para mi gusto, de ese factor mágico, especial, iniciático incluso, al que siempre he asociado la noche de San Juan.

Por eso, quizás, sea de las pocas ocasiones del año, por no decir la única, en la que añoro estar junto al Mediterráneo. Porque se trata de una noche en la que, como dice la canción de Sisa, convertiremos en humo nuestras tristezas. Sea como sea, ¡Feliz noche de San Juan!

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