José Luis Pablo en L'Hospitalet
Nacido en 1954, en Navalmoral de la Mata, José Luis Pablo Sánchez es un ejemplo más de extremeño integrado en Catalunya, amante de su tierra de acogida, pero sin olvidar su Campo Arañuelo natal. Profesor y literato, ha publicado obras de varios géneros, desde la novela, al relato de viajes. Admirador de la figura de Carlos V, reivindica una mayor atención hacia la obra de autores extremeños residentes en otras comunidades, que en muchas ocasiones no está disponible en la propia región.
José Luis, ¿cuándo dejó Navalmoral de la Mata y por qué motivos? Me vine de Navalmoral en 1965, con once años, para poder estudiar porque allí no había instituto. En aquellos años la medicina, la cultura, el progreso,… se encontraban lejos. Fueron años sangrantes para Extremadura. Para mí fue como pasar del siglo XIX al siglo XX. Y si para mí fue duro, para la generación de mis padres aún fue peor, porque ellos por desgracia llegaron tarde a todo.
¿Casado con una catalana y con un hijo, qué sentimiento tienen ambos hacia Extremadura? Mi mujer es catalana y siente un gran aprecio por nuestra tierra y por sus gentes. Dice que toda Extremadura es un parque natural virgen, que hay que saber disfrutar. Le encanta sobre todo la magia que trasmite la noche cacereña. A mi hijo también le gusta y disfruta cuando viene. Desde pequeño tiene amigos con los que se comunica a través de las redes sociales.
¿Qué impresión tiene del Navalmoral actual respecto de la que conoció en su infancia? No he perdido nunca el contacto. Incluso cuando era joven, que tenía a mis padres en Francia, cuando iba a Barcelona, un quiosquero de la Plaza Cataluña, al lado del Corte inglés, me guardaba todos los HOY, porque aunque fueran retrasados se los compraba. Y los dos contentos. Era el único cordón umbilical que tenía por aquellos años con la tierra. Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado y puedo visitarla tres veces al año. El Navalmoral de ahora no tiene nada que ver con la que yo dejé en los sesenta. Ha ganado en servicios, sanidad, cultura, comunicaciones, infraestructuras, calidad de vida,… Siempre será una ciudad privilegiada, por el lugar en que le ha colocado la historia en el mapa, cerca de Madrid.
¿Qué recuerdos conserva? Dice Valle Inclán: Las cosas no son como las vemos sino como las recordamos. Yo recuerdo aquellos atardeceres cuando volvía del campo con mi tío. Aquella luminosidad, aquel cielo azul inmaculado.
También, como no, la primera novia – me temo que la chica ni se enteró, eran amores tremendamente platónicos-; el primer cigarrillo en el “Canchigordo”; las primeras historias, el gusto por oír contar relatos a los vecinos sentados al fresco contemplando las estrellas, o al calor de la lumbre en invierno.
Son muchas las imágenes que se me agolpan: aquellas largas colas en la escuela, haciendo turno para la leche y el queso americano, todos con un vasito; el reloj de San Andrés, que marcaba el paso del tiempo; los toques de las campanas que te avisaban a misa, nacimiento, muerte, quema,…; la llegada del tren con sus máquinas de carbón que cargaban y todos los viajeros que aprovechaban buscando aprovisionamiento; la llegada del Auto-Res; o de las revistas nuevas al kiosco,…
Me estaría todo el día hablando de nostalgias, pero la vida continúa y no es bueno viajar con las maletas del recuerdo repletas.
¿Creo, y a así lo tengo escrito, que Navalmoral cuenta con una de las mejores vistas de Extremadura: esa impresionante barrera de Gredos perfilada ante sus ojos? Efectivamente, y sobre todo cuando se cubre de blanco, las mejores vistas de la Sierra de Gredos se ven desde Navalmoral. El sombrío macizo de los montes Carpetanos, como decía Don Miguel de Unamuno, que por cierto, siempre que podía se escapaba a las Villuercas o por el norte de Extremadura. Eran paisajes que le encantaban.
LITERATURA
¿Por qué empezó a escribir? En realidad creo que he escrito toda mi vida: escribía cartas, en la revista del colegio, tenía un diario personal, participaba en concursos,… Sin embargo fue en el año 1988, que por motivos de salud no tuve más remedio que quedarme un año encerrado en casa. Los compañeros del mundo de la enseñanza, tanto de mi mujer como míos, me regalaron una montaña de libros. Aquel año me puse a leer de una manera compulsiva, como si me fuera la vida en ello. Fue como un vaso que se llena y se desborda. Y sentí la necesidad de escribir. Creo que de no haber sido por aquella montaña de libros, leídos en la soledad de mi habitación en aquel año adverso, no sé si me hubiera lanzado a escribir. En fin, el tiempo juzgará si la decisión fue acertada.
¿Qué representa para usted la literatura? Para mí la literatura es una forma de evadirme de la soledad, de los problemas. Es una forma de vivir la vida más intensamente. Son experiencias que transmites a través de la pasión. Y aunque nos pasamos la vida cabalgando, entre la distancia de lo que uno es y lo que desea ser, entre la realidad y el deseo, como “Don Quijote”; yo sólo cojo la pluma cuando un tema me reclama, cuando un personaje quiere que le de vida y me mueve para ello la pasión.
Sus dos últimos libros Extremadura, descanso del Emperador y La Encrucijada de Yuste, están vinculados con la figura de Carlos V y del monasterio de Yuste. ¿Por alguna razón especial? Creo que el interés por esta figura tan emblemática me viene desde niño. En verano hacíamos unos cursillos en Jarandilla y cada año, como el que va a la Meca, nos llevaban andando al Monasterio de Yuste. Cuando descubrí que el hombre más poderoso de su tiempo había elegido aquella austeridad y sencillez para acabar sus días, aquello me conmovió. Años más tarde, en 1980, pude pasar dos días en la comunidad de los Jerónimos. Aquello acabó de inclinar la balanza para que me decidiera a escribir sobre el Monarca.
Así fue cómo surgió primero el ensayo: Extremadura, descanso del Emperador. Después, habiendo leído tanta bibliografía sobre él, pensé que estaba el terreno abonado para escribir una novela. Y salió La encrucijada de Yuste. Ahora incluso se ha publicado en una revista la ruta literaria basada en este libro, para visitar los escenarios del Siglo XVI extremeño, que después de 500 años persisten tal como eran, con el mismo aspecto que tenían cuando los habitó Carlos V.
¿Algún proyecto en ciernes? Como decía nuestro querido escritor ya desaparecido, Manuel Vázquez Montalbán: Después de publicar una novela hay que retirarse una temporada al desierto para llenar las alforjas. Yo estoy ahora en esa travesía, tengo varios proyectos en el cajón y medito por dónde tirar.
¿Tiene alguna relación con movimientos o grupos literarios, extremeños o no, bien en Catalunya, bien en Extremadura?, ¿cómo ve el panorama literario extremeño? Por supuesto pertenezco a diferentes asociaciones y estoy al corriente del devenir literario actual. Creo que nunca como ahora se había escrito en Extremadura tanto y con tanta calidad: poesía, narrativa, ensayo,… Atrás queda la literatura de la Extremadura negra: Los santos inocentes, La familia de Pascual Duarte, Jarrapellejos, Las Hurdes tierra sin pan, …
También me llamó la atención, cuando escribía Por el norte de Extremadura, la falta de información y material, por parte de los ayuntamientos y bibliotecas, sobre los autores autóctonos que me constaba que habían publicado: poesía, narrativa, arquitectura,… sobre sus pueblos y zona. Sólo tenían constancia de la gente si había hecho carrera eclesiástica o militar. Cuando es la literatura la que ha hecho famosos a muchos lugares. Y son los autores que publican los que hacen más importante esa población, ese paisaje, ese enclave,… creando un signo de identidad. Ya que las gentes y sus vidas son el alma de los pueblos y ciudades.
¿Qué percepción tiene actualmente sobre la región y como la ven los catalanes? Extremadura estas últimas décadas ha cambiado mucho y más que va a cambiar, aunque esta dichosa crisis haya frenado el ritmo. Ahora bien, aparte del lugar geográfico en que la ha situado la historia, contra el que no hay nada que hacer, Extremadura sigue teniendo un sin fin de problemas. No es normal que haya un número tan alto de universitarios que acaben la carrera y tengan que marcharse de su tierra. Se marcha gente muy bien preparada y llega una mano de obra no cualificada.
Los extremeños que estamos en Cataluña, a pesar de la distancia, seguimos teniendo un fuerte sentimiento de afecto, arraigo y unión hacia nuestra tierra. Este sentimiento nada tiene que ver con las manifestaciones de determinados políticos de una y otra comunidad, que tratan de manipular y enfrentar la opinión pública.
En cuanto a cómo nos ven los catalanes, yo haría una división motivada por el gran desconocimiento mutuo que se da entre las dos comunidades. Cuando escribí el libro de viajes Por el norte de Extremadura. De la Vera a las Hurdes, hubo muchos amigos y conocidos catalanes que se lanzaron a la aventura de visitar nuestra tierra por primera vez. Cuando volvían venían encantados y coincidían en la idea tan errónea y equivocada que tenían de Extremadura.
Volviendo a Navalmoral, una última cuestión, ¿cree que se pone suficientemente en valor a personajes históricos como Antonio María Concha, Urbano González Serrano o Emilio Luengo Arroyo? Me contaba el director de un colegio de Navalmoral que sentía vergüenza, porque llegó la televisión extremeña y empezó a preguntar qué sabían de estos grandes personajes que tanto prestigio dieron al pueblo y la gente se quedaba en blanco. Y es que se peca de una falta de autoestima, de no sabe valorar lo que se tiene. Aunque sin llegar al prestigio de estos grandes personajes históricos, yo dediqué una novela a Navalmoral, Nostalgia de una pasión, una novela que en su día se calificó como costumbrista e histórica, en la que se hace una gran labor arquitectónica para dar a conocer cómo era la población en el siglo XX. Curiosamente se puede leer en las bibliotecas de Cataluña pero no en las de allí.
En fin, como decía el gran poeta Salvador Espriu: No hace falta ir tan lejos a buscar la leña, cuando tienes el bosque a la puerta de casa