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Fco. Javier M. Romagueras

Catalana con Jamón

Las Tres Encinas, del corazón de Las Hurdes al Eixample de Barcelona

Si uno se toma la molestia de poner Las Tres Encinas en Google, aparece un buen número de reseñas de este restaurante de reminiscencias extremeñas situado en el barrio de l’Esquerra de l’Eixample de la ciudad de Barcelona. En todas ellas se destacan como aspectos fundamentales el trato amable, familiar y cuidadoso, y la cocina de mercado que ofrecen a sus clientes. Sus propietarios, Salvador Rodríguez Martín y Honorio Martín Martín, cuñados, naturales de la pedanía hurdana de La Huetre, llevan toda la vida dedicados a la restauración y así esperan seguir hasta que se jubilen.

Salva, a la izquierda, y Honorio, a la derecha, frente a la barra de su establecimiento

Me reciben en su acogedor establecimiento de la Avinguda de Roma, 153, donde unos días antes había tenido la oportunidad de conocerles y degustar unos platos bien hechos, enjundiosos, en los que destaca la calidad de la materia prima y la falta de artificios.

La impronta extremeña está presente en su cocina, sobre todo en las magníficas chacinas y, por encima de cualquier otra, la gran estrella: el jamón ibérico de bellota. Según confiesa Salva, hemos puesto mucho empeño en defender el jamón. Al año podemos servir entre 400 y 500 piezas.

La trayectoria profesional de estos dos cuñados no es fruto de la casualidad, sino del aprendizaje práctico del oficio, en el que llevan desde jóvenes, habiendo recorrido hoteles y restaurantes de buena parte de España, pero sobre todo de Vitoria y San Sebastián.

El primero en venir a tierras catalanas, con 15 años, fue Honorio. Durante casi 8 años estuvo trabajando, y aprendiendo, en el emblemático Restaurante Hispania, regentado por las hermanas Paquita y Lolita Rexach en la localidad costera de Arenys de Mar, en la comarca barcelonesa de El Maresme. La influencia de esos años de formación se manifiesta en algunos platos de la carta de Las Tres Encinas, como son los guisantes de Llavaneres.

Salvador llegó un poco más tarde, en 1979, con 22 años. Cuando vino para ver a su novia, la hermana de Honorio, lo hizo por 6 meses. Entre otras cosas porque en aquél momento tenía apalabrado un local en la localidad salmantina de Ciudad Rodrigo. El caso es que Honorio le convenció para que se quedase en Barcelona y, como se suele decir, hasta hoy. El primer trabajo de Salva en la Ciudad Condal fue en un restaurante propiedad del ex – seleccionador nacional de fútbol, Domingo Balmanya.

Honorio

No fue hasta 1985 cuando ambos cuñados deciden liarse la manta a la cabeza y hacerse dueños de su propio establecimiento. Toman las riendas de un histórico venido a menos, el restaurante Rive Gauche, y lo sacan a flote. Entre 1985 y 1992 fueron años buenísimos, reconocen.

En 2001 dan un paso más y ponen en marcha Las Tres Encinas. Durante dos años estuvimos simultaneando ambos establecimientos –explican- pero tuvimos algunas malas experiencias con el personal y vimos que no podíamos estar a dos bandas, por lo que optamos por seguir con el proyecto que habíamos iniciado desde cero.

Clientela familiar

Las Tres Encinas ocupa un local de 380 m2, en el que pueden atender hasta 130 comensales. Aparte de ellos dos, cuentan con una plantilla fija de 7 personas, a las que califican como trabajadores maravillosos.

Dentro de lo que cabe, están soportando bien la crisis gracias a que tienen una clientela familiar y muy fiel. Es el clásico lugar al que suelen acudir viernes y sábados las familias con cualquier excusa, posiblemente con la simple de pasar un buen rato degustando la buena cocina que les ofrecen Salva y Honorio.

Salva

Durante el resto de la semana –comentan­- la cosa ha bajado, porque el perfil de sus clientes era el de personas de negocio de nivel medio, y ahora mismo estos no andan muy boyantes que digamos. Pese a todo nos mantenemos y no nos podemos quejar. Hemos hecho una bajada de casi un 25% en nuestros precios y hemos diversificado también la oferta, sobre todo por las noches, de tal modo que la gente pueda venir, por ejemplo, a tomarse una copa tranquila.

Con todo, su gran baza es la calidad de los productos que ofrecen. Es el propio Honorio quien hace la compra de los pescados y de las carnes en ese templo de la gastronomía que es el Mercat de La Boquería

. Y en opinión de Salva, es muy riguroso. Aquí no servimos ni un solo entrecot que no haya recibido el visto bueno de Honorio, nos recalca.

La idea que ronda sus cabezas es la de aguantar hasta que les llegue el momento de la jubilación y después dejarlo. Aunque les gusta mucho su tierra, y también a sus hijos, y si pueden procuran ir todos los años unos días, tienen decidido que no volverán. Están muy a gusto en Catalunya. Como señala Salva, aquí vives y te dejan vivir. He recorrido toda España y donde mejor me encuentro es aquí.

Recuerdan con curiosidad imágenes de su infancia en La Huetre y Casares de las Hurdes, como la llegada de luz eléctrica cuando Salva y Honorio tenían 7 y 5 años respectivamente, o el agua corriente y la carretera, siete años después. También dejan aflorar sus sentimientos cuando rememoran y desgranan la belleza paisajística de su comarca, esa naturaleza casi salvaje de la que disfrutan cada vez que van. Pero, finalmente, con una sonrisa campechana y cómplice, reconocen que ahora su mundo es otro y está aquí, en Barcelona.

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