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Fco. Javier M. Romagueras

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Corcho extremeño, “saber hacer” catalán y capital inglés

Francisco Manuel Parejo Moruno (Don Benito, 1975), es doctor en Economía Aplicada y profesor de Historia Económica en la Universidad de Extremadura. Estudioso del sector del corcho, dice que la sociedad extremeña no es consciente de su importancia económica y social para la región. Actualmente está desarrollando una investigación conjunta sobre los orígenes de la industria corchera en Extremadura, que le está permitiendo constatar la importante transmisión de conocimiento técnico, de saber hacer, de los artesanos taponeros catalanes que emigraron a nuestra región, Andalucía y Portugal.

Francisco Manuel Parejo

¿A qué se debe su interés por el sector del corcho?  Desde siempre me ha fascinado la dehesa, y todos los recursos y aprovechamientos vinculados a la misma, el corchero entre ellos. Sin embargo, mi acercamiento profesional al negocio corchero se debe al profesor Santiago Zapata Blanco, ya desaparecido. Él fue quien me propuso hacer una tesis doctoral sobre las actividades corcheras y quien me introdujo en la investigación económica de este recurso natural, en la que él sigue siendo uno de los grandes referentes mundiales.

¿Con qué expectativas surge la investigación sobre los orígenes de la industria corchera en Extremadura, en la que está implicado en estos momentos? Lo que se pretende es situar a Extremadura y a su industria corchera en el mapa de la investigación económica. Hasta ahora, los esfuerzos de los investigadores se han invertido en el análisis de las industrias corcheras de Portugal y Cataluña, que son (y han sido tradicionalmente) las hegemónicas en el negocio mundial. Esto ha supuesto un descuido notable en el análisis de las actividades corcheras de regiones como Extremadura o Andalucía, que algunos investigadores estamos intentando superar mediante el estudio de la industria corchera y de los flujos comerciales de productos corcheros realizados por éstas. Es por ello que ahora estamos iniciando esta línea de trabajo.

¿Cuál es el horizonte temporal de la misma? La investigación arranca hacia 1838, momento en que hemos fechado la aparición de la industria corchera extremeña (en Alburquerque), y se extiende hasta la actualidad. La fabricación del corcho ya existía en Cataluña desde un siglo antes (el primer taller corchero catalán data de 1735, en Tossa de Mar). Precisamente, fueron los corcheros catalanes los que, necesitados de corcho (por ser escaso el catalán), comenzaron a viajar a las regiones del suroeste español en la década de 1830, en busca del corcho extremeño y andaluz. Rápidamente, los apellidos catalanes se extendieron por las comarcas corcheras del suroeste, arrendando fincas de alcornocal, pero también poniendo en funcionamiento las primeras fábricas de estas regiones. Se puede afirmar rotundamente que por la industria corchera extremeña corre sangre catalana, y lo mismo se puede decir con la industria corchera portuguesa, donde la participación catalana también fue determinante. Obviamente, las relaciones comerciales y personales vinculadas al ámbito corchero entre catalanes y extremeños se han mantenido en el tiempo, y siguen hoy muy vivas.

Taponeros catalanes emigrantes

Taponero. www.masmolla.com

¿A fecha de hoy, la investigación ha arrojado algún resultado que le haya sorprendido o modificado sus planteamientos iniciales sobre el nacimiento del sector corchero en Extremadura? Aunque el estado de la investigación es aún inicial, hemos podido constatar varios aspectos de interés. Uno de ellos es la enorme semejanza que hubo en el origen de la fabricación corchera en Extremadura, Andalucía y Portugal, impulsada en los tres casos por el saber hacer catalán y por el capital inglés. Otro aspecto de interés es, precisamente, el haber constatado la existencia de fábricas corcheras en Extremadura en la década de 1830,  años antes de la fecha que tradicionalmente se admitía como el inicio de la industria del corcho en la región: 1845. También estamos constatando el vigoroso proceso migratorio que llevó a cientos de familias catalanas, básicamente de las comarcas del Ampurdán y La Selva,  a emigrar a las regiones del suroeste español, para trabajar en las primeras fábricas extremeñas y andaluzas. Fue a partir del primer tercio del siglo XIX, cuando las dificultades de las fábricas catalanas coincidieron con la naciente industria corchera del suroeste. Nos parece un episodio social de máximo interés, más allá de lo puramente económico.

Los primeros resultados de la investigación se presentaron el año pasado en Cáceres, en el congreso “Extremadura hacia la contemporaneidad”, y se han publicado en el primer número de 2013 de la Revista de Estudios Extremeños, que edita la Diputación de Badajoz. De la lectura del mismo ¿parece concluirse que pese a la influencia catalana, los que cortaban el bacalao, por no decir el corcho, fueron los ingleses? Efectivamente, en dicho trabajo hemos incidido en la importancia del capital inglés. Fueron los ingleses los socios capitalistas de los primeros proyectos corcheros, y así ocurrió también en el Alentejo portugués. Sin embargo, la importancia de los operarios catalanes fue también determinante. De hecho, ellos fueron los transmisores del saber hacer en la fabricación artesanal de tapones de corcho, actividad productiva tremendamente cualificada. No hubo fábrica creada en Andalucía o Extremadura en el siglo XIX, que no contara con maestros taponeros catalanes, capaces de hacer los mejores tapones del mundo.

Es decir que muchos de los catalanes que vinieron no fueron precisamente los industriales o los empresarios, sino los propios operarios y técnicos, que tuvieron que emigrar  para proseguir un trabajo que ya no podían hacer en Girona. Así es. El fuerte desarrollo del mercado vinícola desde finales del siglo XVIII tiró fuerte de la demanda de tapones. En poco tiempo, el corcho de los alcornoques catalanes se tornó en insuficiente para atender a las necesidades de la fabricación. Muchas fábricas gerundenses tuvieron problemas para trabajar por falta de suministro de materia prima, y muchos operarios perdieron su trabajo. En ese momento, las oportunidades que ofrecían las nuevas fábricas del suroeste peninsular, donde había corcho abundante, fueron el salvavidas económico y laboral para estos operarios y taponeros catalanes ¡Qué proceso, el migratorio! Buscando un porvenir para sus familias, los corcheros catalanes dieron un impulso determinante a la fabricación extremeña. La iniciaron.

Reto extremeño: el producto terminado

¿Cuál es la situación actual del sector corchero extremeño? Durante casi dos siglos, Extremadura se ha caracterizado por su carácter subsidiario respecto a las industrias catalana y portuguesa, es decir, por proporcionarle a éstas la materia prima o, en el mejor de los casos, el corcho preparado (producto semielaborado) necesarios para la fabricación. Esta dudosa contribución es un mal endémico de la fabricación extremeña en otros sectores también. No obstante, es cierto que en las dos últimas décadas ha aumentado el valor añadido de los productos corcheros fabricados en Extremadura. Pero también lo es que el tejido productivo extremeño sigue siendo eminentemente preparador. Esto último constituye un riesgo importante que la administración regional y los empresarios deben valorar. Y es que algunas tendencias actuales del negocio en el mundo invitan a pensar en la inminencia de cambios importantes que afectarán directamente a esta rama industrial del negocio, la preparadora. Urgen, por tanto, que se tomen medidas para reducir los riesgos de desaparición de una de nuestras industrias más representativas y tradicionales. El reto, la fabricación del producto terminado.

¿La sociedad extremeña conoce y valora lo suficiente un producto único como el corcho? Me temo que no. Y en mi opinión,  no habría mejor promoción para el sector en España (y en Extremadura) que la difusión del conocimiento relativo al corcho, en aspectos como su capacidad de absorción de CO2 (frente a la fabricación de tapones sintéticos), la relevancia de los aprovechamientos corcheros en la fijación de la población rural, el carácter intensivo en trabajo que aún sigue teniendo la industria corchera (generación de empleo), etc…

Al margen de la derivada del estudio del sector corchero, ¿tiene alguna otra relación con Catalunya? Viajo con relativa frecuencia a Cataluña. De hecho, buena parte de mi investigación corchera se ha fundamentado en la documentación que he consultado en el archivo del Museu del Suro de Palafrugell (Gerona). Allí he hecho grandes amigos, muchos de ellos también investigadores del corcho. En el plano personal, buena parte de mi familia materna, mi madre incluida, fueron emigrantes extremeños en Cataluña. Allí fueron en busca de un porvenir que se les negó en Extremadura, y allí siguen viviendo hoy algunos de mis tíos y primos, en Vic (Barcelona), catalanes, ya, estos últimos.

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