Nacida en Puebla de Sancho Pérez hace 32 años, Isabel López Guerrero, lleva desde los 17 años recorriendo países y ciudades para hacer lo que más le gusta: ser periodista. Tras estudiar en la Universidad Complutense de Madrid y pasarse el Erasmus que hizo en Bruselas trabajando en la delegación de Europa Press, entró en la multinacional farmacéutica Bayer, con la que se trasladó a Barcelona un 23 de julio de 2007. Como ella misma reconoce, mi idea era quedarme un par de años y ya llevo casi siete ¡y subiendo! Actualmente es responsable de comunicación de Animal Health y Medical Care, y de redes sociales de Bayer.
Siempre quisiste ser periodista: ¿por qué?, ¿de dónde viene tu vocación? No recuerdo la primera vez que dije que quería ser periodista, pero sé que era bien chica. Soy curiosa por naturaleza, siempre me ha gustado mucho leer, escribir, aprender cosas nuevas cada día, y contarlas, y supongo que todo influye. No puedo decir que lo llevo en los genes porque en mi familia no hay nadie con esta profesión, pero tengo claro que la elegiría de nuevo si volviera a nacer. Para mí, ser periodista no es sólo ejercer un oficio, es una forma de entender la vida. No me imagino siendo otra cosa.
Has estado en diversos campos de la profesión y ahora estás en el ámbito de la comunicación empresarial. ¿En cuál te has encontrado más cómoda? Me resulta difícil elegir porque de cada etapa he podido aprender algo. Obviamente, no es lo mismo cubrir información deportiva que escribir sobre política comunitaria o, ahora, trabajar con temas de salud. Creo que tocar teclas tan diferentes me ha permitido ser más polivalente y más flexible, aunque también mucho más rigurosa. Siempre he intentado serlo, pero en la comunicación en salud tratamos temas muy sensibles y el rigor debe ser una máxima.
¿Cómo valoras la aportación que los nuevos medios digitales hacen en el ámbito de la comunicación?, ¿en qué medida están modificando las estrategias de comunicación empresarial? Los nuevos medios han permitido una comunicación mucho más directa entre los ciudadanos, fomentan la interacción entre unos y otros y, además, “igualan” a los que en principio están en niveles diferentes (por ejemplo, un político con los votantes, un personaje conocido con sus seguidores, etc.). También han mejorado la accesibilidad a la información y han surgido nuevas formas de colaboración que antes no eran posibles simplemente por un tema de distancia física. Ahora esa barrera es perfectamente salvable. Es cierto que a veces hay un ruido informativo excesivo sin que ello signifique que haya mucha información, pero aquí entra el criterio de cada uno para discriminar qué es ruido y qué no lo es.
En cuanto a la comunicación corporativa, creo que las empresas tienen una gran oportunidad para dialogar de tú a tú con sus clientes. Hasta ahora, la comunicación sólo fluía en una dirección, pero ahora es posible el diálogo, que para mí debe ser la base de una comunicación eficaz. Los nuevos medios tienen que formar parte de la estrategia empresarial como un canal más, no como sustitutos de los canales habituales, sino como complementario.
¿Cómo es la experiencia de trabajar en una empresa de la historia y la trayectoria de Bayer? ¡Para mí es un orgullo trabajar en Bayer! Trabajo en una compañía que acaba de cumplir 150 años y lo ha hecho con más innovación que nunca. Tenemos el medicamento más conocido del mundo, Aspirina®, que además se produce íntegramente en Asturias para todo el mundo. Somos la farmacéutica más conocida y con mejor reputación en España… ¿Cómo no me voy a sentir orgullosa?
También supone una gran responsabilidad porque trabajo en un departamento, el de comunicación, en donde todas las actividades influyen, de forma directa o indirecta, en la imagen de la compañía. Eso requiere trabajar siempre con la mente puesta en lograr la excelencia. Es un gran reto que me encanta afrontar cada día.
Tu vida ha sido un constante ir y venir de un sitio a otro. ¿Qué te ha aportado ese periplo en lo personal? Siempre pienso que me fui con un billete de ida con la vuelta abierta, y no tengo prisa por cerrarla. He tenido la gran suerte de vivir en varias ciudades dentro y fuera de España, y el balance no puede ser más positivo. Siempre tuve inquietud por salir fuera, y gracias a que mis padres me apoyaron desde el primer momento, me fui primero a Madrid a estudiar, y ya no regresé. Mi caso no es excepcional, porque si echo un vistazo a mi grupo de amigos, salvo los de toda la vida, todos somos de regiones o países diferentes.
Esta multiculturalidad para mí es una riqueza. Soy mucho más rica en vivencias, en experiencias, y me ha enseñado a tener una mentalidad mucho más abierta, a no prejuzgar a la ligera o a intentar ver las cosas desde un punto de vista distinto al mío. También he aprendido a aprovechar al máximo el tiempo que paso en casa, que siempre es más escaso del que me gustaría.
Hace siete años ya que estás afincada en Barcelona. ¿Qué tal está siendo la experiencia?, ¿hay algún estereotipo sobre Catalunya que se te haya modificado con tu vivencia personal? Llegué en julio de 2007, muy motivada y con ganas de conocer esta ciudad maravillosa, pero reconozco que me costó adaptarme bastante más de lo que pensaba, me esperaba una Barcelona más abierta. Afortunadamente, y después de mucho renegar de ella, poco a poco he ido encontrando mi sitio y ahora la estoy disfrutando al máximo. No cambiaría ni un ápice de lo que he vivido en estos años.
En cuanto a los estereotipos, creo que en Cataluña se ejerce poco la autocrítica, que a veces es muy sana. Y, aunque no lo parezca, me ha sorprendido mucho que Barcelona no sea una ciudad, ¡sino un pueblo grande! Tiene todas las ventajas de una gran ciudad (infraestructuras, transportes, comunicaciones, una gran oferta cultural y de ocio…), pero también se hace mucha vida de barrio. Ir por la calle y encontrarte con algún conocido es bastante frecuente. Eso no lo he vivido en otras ciudades.
Pese a la distancia, sigues manteniendo una vinculación muy cercana con tu pueblo, tanto a través de las redes sociales, como con viajes asiduos. ¿Cómo es esa relación? ¡Cómo no voy a seguir vinculada a La Puebla, si allí vive toda mi familia! Llevo 15 años viviendo fuera, pero tengo la sensación de no haberme ido del todo. Para mí, la distancia no es un problema, pero sí lo son las comunicaciones, que en Extremadura precisamente no son las mejores. Me cuesta mucho estar más de dos meses sin ir a casa, pero viajar a Badajoz desde Barcelona es una verdadera odisea. Así que la distancia física la suplo con la cercanía que permite el teléfono.
Además, tengo contacto diario gracias a un grupo que creé en Facebook, ‘Zorrinos por el mundo’, que sólo me da alegrías. El grupo sirve de punto de encuentro no sólo para los que estamos fuera de La Puebla sino también para los que viven allí. Ya somos unos 650 miembros, con muchas ganas de compartir información, noticias, imágenes del pueblo… Estoy impresionada con la acogida que ha tenido y muy, muy agradecida a todos los que participan.
Si tuvieras que seleccionar lo mejor de Extremadura y lo mejor de Catalunya, ¿con qué te quedarías? Aquí no puedo ser objetiva. Para mí lo mejor de un lugar, sea el que sea, no sólo es el lugar en sí, sino las experiencias que vives en él. Soy extremeña cien por cien, a La Puebla la llevo siempre por bandera, allí he vivido años maravillosos y sigo disfrutando cada vez que voy con mi familia y mis amigos. Eso es lo mejor que tiene para mí Extremadura.
En cuanto a Cataluña, me gusta mucho que ha sabido conservar muy bien todas sus tradiciones, y las transmiten de generación en generación. Pero, sin duda, me quedo con todos los momentos que he disfrutado aquí, la mayoría alrededor de una mesa (en la playa de Castelldefels ha caído más de una paella) y, por supuesto, con todos los amigos que he ganado para siempre y que, sin ellos, Barcelona no sería la misma.
Como buena amante de la cocina, dime un plato extremeño que te guste en especial y un plato catalán. ¡Esta es la pregunta más difícil de toda la entrevista! Soy de buen comer y además me gusta mucho cocinar (mejor dicho, hacer dulces). Si tengo que elegir un plato típico extremeño, me quedaría con la caldereta, aunque lo que de verdad me gusta es todo lo que cocina mi madre. Es lo que echo de menos. Sobre todo un caldito rico, calentito, que fuera de casa nunca sabe igual. Y en verano, un “picadillo de la cuchara”; cuando estoy allí, mi madre me lo hace todos los días. Cada vez que se presenta a algún concurso de cocina, ya sea con recetas dulces o saladas, gana, así que os podéis imaginar lo rico que está todo.
Y platos catalanes… ¡es que no puedo elegir uno! Me encanta el trinxat de la Cerdanya, la xatonada de Sitges, los calçots… ¿Sigo? La gastronomía catalana también es muy variada y, claro, tendré que probarla, ¿no?