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Adolfo Marroquín

Ciencia Fácil

Regreso desde la Antártida a España

Dedico este artículo a contar cómo fue el regreso desde la Antártida a España en la que fue mi primera Expedición, periplo que les he ido relatando a ustedes en algunos artículos anteriores. Cuando llegó el momento de cerrar la Base Antártica Española (BAE) “Juan Carlos I”, en la que habíamos trabajado, la dejamos preparada para la siguiente campaña, de forma que sufriera lo menos posible durante el duro invierno austral que se acercaba.

Buscando las dependencias de la BAE en la Segunda Campaña.

Pese a nuestros cuidados de dejar todo atado y bien atado, a nuestra llegada al año siguiente, con la nueva Expedición, nos dimos cuenta de que, al irnos, habíamos cometido un fallo. Ya saben por aquello que establece la Ley de Murphy de que “Si algo puede salir mal, saldrá mal”.

Lo que ocurrió fue que señalizamos los emplazamientos de los puntos clave, como la entrada a la Base, los contenedores del grupo electrógeno, del depósito de víveres, del material de mantenimiento, del garaje taller del tractor oruga, etc., etc., con varillas de 2 metros de altura y de muy bonitos colores para su identificación.

El problema fue que la capa de nieve y hielo acumulado durante nuestra ausencia superó los dos y hasta los tres  metros, con lo que a nuestra llegada al año siguiente ninguna de las varillas de bonitos colores era visible, de forma que hubo que picar y perforar bastante hielo hasta ir encontrando las instalaciones. Pero bueno, eso y algunas otras cosas de entre las ocurridas durante mi Segunda Campaña Antártica ya se lo contaré a ustedes en otra ocasión, si así lo desean.

De momento, en relación con nuestra salida de Livingston en el viaje de regreso de mi primera Campaña desarrollada en la BAE, es de destacar el hecho de que no lo hicimos en el buque “Las Palmas” en el que habíamos llegado meses atrás, por encontrarse averiado uno de sus motores, sino que tuvimos que recurrir, tras un rastreo por radio de los barcos que operaban en la zona, al viejo buque antártico chileno “Piloto Pardo”, con más de 30 años de campañas antárticas en su haber, que nos llevó hasta la Base Antártica Chilena “Teniente Marsh”, en la isla del Rey Jorge, donde tuvimos que esperar cuatro días puesto que las condiciones meteorológicas impedían todo intento de aproximación a la pista de aterrizaje de aquella isla, mitad hielo mitad barro.

(Izquierda) El buque antártico chileno “Piloto Pardo” al rescate – (Derecha) Sobre una alfombra de líquenes, en la Isla del Rey Jorge.

 

Aprovechamos los días de espera en la isla del Rey Jorge para, una vez alojados en la eufemísticamente llamada “Villa de las Estrellas”,  visitar a nuestros colegas de las Bases Antárticas de varios países que disponían de instalaciones en aquella isla. Así pudimos cambiar impresiones e información sobre nuestros trabajos con algunos miembros de las Bases Antárticas de Chile, Alemania, Corea del Sur, China, Rusia, y algunas otras.

 

Finalmente un avión de carga C-130 (Hércules), de la Fuerza Aérea Chilena, destinado básicamente a la retirada de basuras y residuos de las Bases, consiguió aterrizar en la pista e incluso despegar al día siguiente, llevándonos al continente americano tras un accidentado despe­gue y un vuelo de cerca de cinco horas, con tales turbulencias y desplomes que ninguno de los expedicionarios que estábamos a bordo lo olvidaremos fácilmente. Como tampoco olvidaremos el sofisticado equipo para miccionar en aquel avión, consistente en un embudo conectado a una manguera…, lo que unido a los meneos de las turbulencias, hacían la operación muy entretenida para todos los presentes que observaban la maniobra.

 

Pista de aterrizaje de la Base Chilena, en Rey Jorge – La “Villa de las Estrellas”

 

El avión nos dejó en un aeródromo militar de la ciudad chilena de Punta Arenas, preciosa ciudad en la Región de Magallanes, que se convirtió en el punto de partida de nuestra cadena de etapas hacia Buenos Aires, pero teniendo que atravesar Tierra del Fuego con el Estrecho de Magallanes por medio, por lo que tuvimos que optar por subir cerca de 300 km a través de la Patagonia, hacia Río Gallegos, ciudad argentina, en la Región de Ushuaia, en Tierra del Fuego.

 

No existe carretera, o al menos no existía entonces, entre Punta Arenas (Chile) y Río Gallegos (Argentina), sino únicamente caminos de tierra y no precisamente muy bien cuidados y señalizados, por lo que el viaje nos exigió cerca de 10 horas en el único vehículo que pudimos conseguir, un viejo y destartalado autobús al que faltaban los cristales de algunas ventanas por las que entraban nubes de polvo, que fue todo lo que vimos durante las 10 horas del viaje, excepto el puesto fronterizo, de Chile con Argentina, que era una especie de caseta “en medio de la nada”, donde un sorprendido agente de fronteras nos observaba con auténtica sorpresa, lógica por otra parte, puesto que allí estaban en pleno verano austral y nosotros éramos tres españoles barbudos, llenos de polvo y ataviados con vestimenta antártica, poco o nada veraniega.

 

(Izquierda) Base Antártica de Corea del Sur – (Centro) Base de China – (Derecha) Despedida en la Cruz-Monumento, en honor de los expedicionarios fallecidos en la Antártida.

 

Puesto que los demás miembros del equipo se habían dispersado por otras rutas y otros medios, fuimos tres los expedicionarios que llegamos por fin a Río Gallegos, ciudad no muy grande aunque bastante extensa en superficie, sin más de dos alturas en sus edificaciones, que contaba entre sus encantos, al menos para nosotros, con el de disponer de un aeropuerto, por lo que el llegar desde allí hasta Buenos Aires, a más de 2 000 km al norte, era ya cuestión de más o menos escalas, que se superaron con paciencia y buen ánimo, tras lo cual el conseguir dar el salto del charco hasta España fue ya un paseo que ponía fin a aquella primera expedición.

Adolfo Marroquín Santoña

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Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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