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Ciencia Fácil

Clima y desarrollo, bajo observación

 

El Sistema Climático de la Tierra es de una gran complejidad y envergadura, en él están implicados la atmósfera, los océanos, la superficie de la Tierra, la biosfera y la criosfera, todo ello alimentado y movido por la radiación solar entrante.

Considerado en su conjunto, este sistema está en equilibrio, pero no en equilibrio estático y pasivo, sino enormemente dinámico y activo. Alimentándose de la energía del Sol, el sistema climático mantiene su balance energético reemitiendo energía solar de nuevo al espacio. Ciertos gases presentes en la atmósfera, conocidos como GEI (Gases de Efecto Invernadero), como el vapor de agua, el dióxido de carbono, el metano y otros, retienen parte de la energía que se refleja en la superficie del planeta y la reemiten hacia el suelo, guardando así el calor del efecto invernadero que hace posible la vida en la Tierra.

El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), patrocinado por Naciones Unidas, ha puesto de manifiesto que las concentraciones de dióxido de carbono, que son las causantes del actual calentamiento global planetario, son debidas a inadecuadas actividades humanas, en una insensata búsqueda de desarrollo.

Los fenómenos extremos, como las sequías o las fuertes tormentas, son cada vez más frecuentes, con efectos notables sobre el medio ambiente mundial. Estos fenómenos podrían, dificultar seriamente el avance hacia el desarrollo sostenible puesto que entrañan un peligro real para todos los países y evidentemente resulta importante e incluso urgente, observar todas aquellas variables que puedan aportarnos información sobre qué está pasando, dónde y a qué ritmo.

  

 Por otra parte, el desarrollo sostenible que fue definido en 1987 por la CNUMAD (Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo), como “la solución de las necesidades del presente que no pone en peligro la capacidad de las generaciones futuras para atender a sus propias necesidades”, es otra asignatura pendiente, que hay que juntar a la que constituye el propio cambio climático.

Pero a pesar de tanta asignatura pendiente no debemos desanimarnos, porque al final las aprobaremos todas, puesto que la alternativa sería fatal. En ese sentido, a mediados del pasado siglo, conscientes por una parte de la necesidad de vigilar el estado y evolución de los subsistemas del sistema climático terrestre, y conocedores de las enormes ventajas que presentaba la observación de la Tierra desde el espacio, comenzó el lanzamiento y operación de los satélites espaciales, colocando los radiómetros de observación a bordo de los mismos.

En la actualidad la NASA, a través de su Centro de Vuelo Espacial Goddard, mantiene un magnífico conjunto de satélites de observación y tiene planes para el lanzamiento de más plataformas de observación en los próximos años. 

El SMO (Sistema Mundial de Observación), dependiente de la OMM ( Organización Meteorológica Mundial), comprende una constelación de satélites meteorológicos y de recursos, de órbita polar unos y geoestacionarios otros, que vigilan permanentemente la Tierra desde sus atalayas de observación, a lo que hay que añadir las estaciones automáticas en superficie, estaciones en altura, boyas marinas fondeadas y a la deriva, así como cientos de radares meteorológicos, gestionados por los SMHN (Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales) de los 185 Estados Miembros integrados en la OMM.

Y a lo anterior, que son las observaciones que podíamos calificar de oficiales, habría que añadir los cientos de miles de observaciones voluntarias desde miles de barcos y aviones comerciales, con lo que el resultado global son millones de datos entrando continuamente en el Sistema Mundial de Observación.

Finalmente, la OMM creó en 1993 el WHYCOS (Sistema Mundial de Observación del Ciclo Hidrológico), como respuesta a la preocupación mundial por los recursos de agua dulce.

  

Para alcanzar y mantener el desarrollo sostenible es necesario conocer cómo va la evolución del cambio climático, es decir el calentamiento del planeta, el nivel del mar, la contaminación del aire y del agua, el tipo y número de los fenómenos meteorológicos extremos, su distribución espacio-temporal, etc., puesto que, mediante observaciones continuas y detalladas, así como mediante predicciones con un más alto alcance temporal y mayor grado de precisión, podremos aumentar aceptablemente nuestra capacidad de emitir avisos y sobre todo mitigar los efectos, mejorando con ello nuestra seguridad y nuestra calidad de vida.

Adolfo Marroquín Santoña 

Noticias y comentarios sobre temas científicos

Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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