Durante una serie de reuniones celebradas hace bastantes años en Estados Unidos, concretamente en Charleston, Carolina del Sur, a las que tuve ocasión de asistir, con motivo de la celebración del Workshop sobre Clima y Agricultura, coincidiendo con una Conferencia Internacional sobre Meteorología Agrícola y Forestal, se trató en profundidad el tema de la influencia del cambio climático en el rendimiento de los cultivos.
Recuerdo que en los EE.UU. habían llegado a la conclusión de que para su producción agrícola, en concreto sus cosechas de trigo, arroz, soja y maíz, un incremento de la temperatura de 2 ºC, provocaría disminuciones del orden del 15%, pudiendo llegar las pérdidas al 35%, si la subida llegaba a los 4 ºC, siempre y cuando no se tuviera en cuenta el efecto positivo debido al reforzamiento de la fotosíntesis ante la mayor presencia de CO2, puesto que si se tenía en cuenta este factor, entonces una subida de 2 ºC no sólo no supondría pérdidas, sino que sus cosechas mejorarían entre el 8 y el 16%, según los cultivos.
Basándose en estas consideraciones, que se muestran gráficamenteen la figura adjunta, en forma de histograma de aumento o disminución, en %, de las cosechas, la conclusión de los expertos americanos era que dado el elevado coste que para su tipo de vida en general y para su industria en particular, supondría reducir las emisiones de CO2, para mitigar el cambio climático, no les compensaba tratar de hacerlo.
Teniendo en cuenta que los EE.UU. han sido desde hace decenios uno de los mayores, por no decir el mayor, emisores de los tristemente famosos GEI (Gases de Efecto Invernadero) causantes del calentamiento global y en consecuencia del propio cambio climático, aquella conclusión me pareció entonces bastante alarmante, puesto que estamos hablando de reuniones mantenidas a comienzos del año 1989, en el que los efectos de las agresiones al medio ambiente, habían ya empezado ya a aparecer.
En la actualidad, pasado ya un cuarto de siglo desde las reuniones y conclusiones antes citadas, he de admitir dos cosas, la primera que los científicos ponentes en las conferencias tenían razón en sus previsiones de efectos sobre las cosechas en Estados Unidos, y la segunda que, en contra de lo que viene siendo habitual, los políticos responsables de la toma de decisiones, hicieron caso a las conclusiones y recomendaciones de los científicos, no haciendo nada, o en todo caso muy poco, para reducir las emisiones de gases.
El resultado ha sido que los GEI han seguido creciendo sin parar, crecimiento que ha sido el más rápido en la historia de nuestro planeta, puesto que en los últimos 800 000 años nunca se habían acercado siquiera a las 300 p.p.m.v. (partes por millón en volumen), mientras que en la actualidad se superan claramente las 400 p.p.m.v. y sigue la tendencia al aumento, acompañada del correspondiente incremento del calentamiento planetario.
En consecuencia, el Informe sobre política alimentaria publicado por el IFPRI (International Food Policy Research Institute) concluye que la agricultura es extremadamente vulnerable al cambio climático, de forma que el aumento de las temperaturas acabará por reducir la producción de los cultivos, a la vez que provocará la proliferación de malas hierbas y plagas.
Al mismo tiempo, los cambios en los regímenes de lluvias aumentarán las probabilidades de fracaso de las cosechas a corto plazo y de reducción de la producción a largo plazo. Aunque algunos cultivos en ciertas regiones del mundo puedan beneficiarse, en general se espera que los impactos del cambio climático sean negativos para la agricultura, amenazando la seguridad alimentaria mundial.
Los modelos climáticos, mediante los que se generan las simulaciones de las consecuencias que acarreará el cambio climático están basados en el hecho cierto y evidente de que la evolución de la situación y por tanto el resultado hacia el que nos encaminamos, depende fundamentalmente del escenario en que se desarrolle la actividad humana en los próximos años y décadas.
De los 40 escenarios que se han manejado, como posibles caminos a seguir por los humanos en su avance hacia el futuro desarrollo, se ha elegido uno intermedio como el más probable y se han utilizado el modelo de NCAR (Centro Nacional de los Estados Unidos para la Investigación Atmosférica) para simular el clima del futuro utilizando el escenario considerado como “más probable”.
El Gráfico 1 muestra el cambio en la temperatura máxima media entre 2000 y 2050.
El Gráfico 2 muestra los cambios en la precipitación total entre 2000 y 2050.
No vamos a entrar en el detalle de las condiciones por países o regiones, aunque podemos ver que las anomalías en temperaturas afectarán a todo el planeta, tendiendo siempre al calentamiento, y sufriéndose en mayor medida en el hemisferio norte. Al igual que las precipitaciones anómalas, sobre todo las sequías, que presentan una zona muy afectada en el sur de Europa, y más concretamente en el área de la cuenca mediterránea.
En base a estos datos aportados por los modelos climáticos, las variaciones estimadas por el IFPRI para las cosechas,entre el año 2000 y el 2050, como consecuencia del calentamiento global del planeta, en algunos de los cultivos más importantes, son las que figuran en el cuadro adjunto, en el que se aprecia como en casi todos los casos la agricultura y el bienestar humano se verán afectados negativamente por el cambio climático y el rendimiento de los cultivos disminuirá.
Como única excepción las cosechas del arroz y trigo de secano, en el caso de los países desarrollados, puesto que se prevé que dichos países emprendan acciones de ingeniería agronómica, como podrían ser las modificaciones en las semillas para adaptación a las nuevas condiciones climáticas.
Estos resultados sugieren que sería conveniente acometer algunas acciones en políticas y programas, puesto que parece que a lo largo de la primera mitad del siglo XXI en curso el cambio climático presentará enormes retos a los esfuerzos para conseguir la seguridad alimentaria. Y cualquier cosa que mejore la seguridad alimentaria brindará a los más necesitados, especialmente a los que habitan en las áreas rurales, recursos que les ayudarán a adaptarse al cambio climático.
En todo caso, si no se toman pronto medidas y si se continúa procediendo como hasta ahora, es casi seguro que las consecuencias serán malas… o peores.