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Adolfo Marroquín

Ciencia Fácil

Buscando nueva vivienda por el espacio

Si el deterioro medioambiental del planeta Tierra, nuestra actual vivienda, continúa aumentando, si se agrava la extinción de especies, si se agotan las reservas de materias primas y de combustibles, si no se frena el calentamiento global asociado al cambio climático, si… etc. etc., y si todo esto ocurre hasta más allá del “punto de no retorno”, la humanidad podría verse abocada a buscar una nueva vivienda en el espacio.

Éstas pueden parecer hipótesis remotas, muy poco probables, y en efecto lo son. Ahora bien, que sea poco probable no quiere decir que sea imposible y en todo caso hagamos caso al sabio refranero español cuando dice aquello de que “Prevenir vale más que curar” y echemos una ojeada a las posibilidades de encontrar por ahí fuera algo siquiera parecido a lo que tenemos aquí, parecido a nuestra sufrida Tierra.

Por definición, un planeta es un cuerpo celeste sin luz propia que gira en una órbita elíptica alrededor de una estrella, y si esa estrella es el Sol, nos encontramos con nuestros conocidos: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Y si esa estrella no es el Sol, sino cualquier otra de los miles de millones de estrellas que pueblan el universo, entonces estaríamos hablando de exoplanetas.

Ahora bien ¿Cuántos y cuáles son los planetas o exoplanetas a los que podríamos dirigirnos en busca de acogida, en el caso de tener que abandonar la Tierra camino de una nueva vivienda? Pues el conocido como PHL (Laboratorio de Habitabilidad Planetaria) publica, y mantiene actualizado, el catálogo con el ranking de exoplanetas similares a la Tierra y potencialmente habitables, catálogo que se puede enlazar en (http://phl.upr.edu/projects/habitable-exoplanets-catalog)  y que a finales de 2015 mostraba un total de 31 exoplanetas como “aceptables”, encabezados por el Kepler-438b.

Dejando aparte, de momento, la distancia a la Tierra a que se encuentre el planeta deseado, la clasificación de estos exoplanetas en el ranking se obtiene en base al valor de ESI (Índice de Similitud con la Tierra) que varía entre 0 y 1, donde el 1 sería la total identidad con la Tierra. Para cada caso, el valor de ESI depende de la radiación que el planeta recibe, de su temperatura, de su composición y de su tamaño, todo ello referido a la Tierra como patrón. Para tener una idea, el valor de ESI para el planeta Kepler-438b es de 0,88.

 

El nombre de Kepler que acompaña a la identificación de muchos de los exoplanetas, se debe a que el Telescopio Espacial Kepler, lanzado por la NASA en el año 2009, detectó casi el doble de los exoplanetas conocidos hasta entonces, algunos con posibilidades de albergar vida en ellos. Alrededor de setecientos nuevos planetas fueron descubiertos orbitando en sistemas solares “relativamente” cercanos a nosotros, lo cual elevó entonces la cifra de exoplanetas de interés a unos mil setecientos.

Desafortunadamente, el telescopio Kepler sufrió una avería, lo que obligó a modificar la misión original, pero siguió con parte del programa previsto, descubriendo alrededor de 3.500 exoplanetas girando en torno a estrellas ubicadas dentro de los 3.000 años luz de distancia de nuestra Tierra. Y podemos tener una idea de lo que queda por descubrir si tenemos en cuenta que, según los cálculos, solamente en nuestra galaxia, en la Vía Láctea, existen más de mil millones de exoplanetas de tamaño similar a la Tierra, cifra que se dispara exponencialmente al incluir los otros 100.000 millones de galaxias que hay en todo el universo observable.

NOTA.- Antes de seguir adelante y para tener claro de qué distancias estamos hablando, conviene dejar claro que: Un año luz no es una unidad de tiempo, sino de distancia, y que se calcula como la distancia que recorre la luz en un año, viajando a una velocidad de 299.792, 458 kilómetros por segundo; lo que equivale aproximadamente a 9,46 × 1012 km, es decir, escrito con todas las cifras:  1 año luz = 9 460 730 472 580,8 kilómetros.

El Universo es un inmenso espacio, repleto de planetas, estrellas, nebulosas, gases y muchísimas otras cosas que ni siquiera podríamos imaginar, lo que nos lleva a pensar que aunque es posible y hasta probable, que exista vida fuera de la Tierra, también es posible y hasta probable que nunca la encontremos, al menos no cómo la estamos buscando. Pero, por otra parte,  suponer que la vida solo puede existir en la Tierra es algo muy pretencioso por nuestra parte, y también bastante ilógico, incluso si nos limitamos únicamente a la Vía Láctea.

Lo que sabemos de la vida, tal como la conocemos, y de su mantenimiento, es que necesita de aminoácidos para formarse y de agua para mantenerse; pero hay científicos, como por ejemplo Stephen Hawking, que aseguran que, al menos en teoría, la vida podría existir en cualquier parte fuera de la Tierra, en condiciones que ni siquiera podemos imaginar, como por ejemplo formas de vida que no se basen en el carbono.

Son muchos los científicos que sostienen que antes de preocuparnos por encontrar vida en otros lugares, deberíamos preocuparnos por la que tenemos aquí. Pero puesto que no son pocos los que creen que ha llegado el momento de hablar de la vida extraterrestre y su búsqueda, echemos una ojeada a lo que podemos encontrarnos ahí fuera.

 

Empezando por lo que está relativamente cerca, la presunción de vida en Marte ha sido desde hace años, un clásico en la literatura y en la cinematografía de ciencia ficción, de hecho se utiliza el término “marciano” como sinónimo de extraterrestre. Hoy sabemos bastantes cosas, algunas de ellas sorprendentes, sobre Marte y existe evidencia de que en el pasado, el planeta rojo tuvo una temperatura cálida y húmeda, habiéndose detectado ríos secos, capas de hielo, volcanes y minerales que suelen formarse con la presencia del agua. Pero pensando en el planeta que pudiera acogernos en el futuro no parece que debamos contar con Marte, ni con ninguno de los planetas de nuestro sistema solar.

Así pues, no tenemos más remedio que buscar algún exoplaneta, fuera de nuestro sistema solar, y entonces encontramos que los exoplanetas más “próximos” con características que podrían hacerlos potencialmente habitables, están a un mínimo de 20 años luz de la Tierra, como es el caso de los seis que orbitan en torno a la estrella enana roja Gliese 581. Y si aumentamos la distancia hasta los 1.000 años luz, podemos encontrar miles de exoplanetas candidatos, aunque sin encontrar el equivalente a nuestra vieja Tierra.

Pero podemos irnos más y más allá, por ejemplo a la nebulosa de Orión, también conocida como Messier 42 (M42), que es una nebulosa difusa ubicada en la región sur del Cinturón de Orión. Situada a unos 1.500 años luz de distancia de la Tierra, se cree que podría ser muy adecuada para encontrar vida extraterrestre. En el 2010, el Observatorio Espacial Herschel de la ESA (Agencia Espacial Europea) demostró que esta nebulosa posee características que hacen pensar en la existencia de diversos compuestos químicos orgánicos, capaces de sustentar vida.

 

Como decíamos antes, más allá de Orión podemos encontrar miles o millones de exoplanetas potencialmente utilizables como vivienda alternativa de emergencia, sin embargo, un serio problema para materializar esa idea de vivir allí es “llegar hasta allí”. Para el desplazamiento desde la Tierra hasta un supuesto exoplaneta habitable, al que llamaremos por ejemplo Esperanza, la utilización de los vehículos espaciales hoy conocidos, o razonablemente previsibles en el futuro, nos llevaría a una duración del viaje de decenas o más bien centenares de miles de años.

 Es decir que aun suponiendo que pudiéramos disponer de una inmensa nave, del tipo de las mayores que se mostraban en La Guerra de las Galaxias, que ya es mucho suponer, resultaría que al exoplaneta Esperanza llegarían gentes de generaciones cientos de veces posteriores a las que hubieran iniciado el viaje en la Tierra. Vamos, una barbaridad.

Pero imaginemos que recurrimos a un método de viaje infinitamente más rápido, el teletransporte, que en teoría sería posible a la vista de la mecánica cuántica, aunque decir aquí posible no quiere decir ni probable ni fácil. De hecho hace decenios que en algunos relatos y películas de ciencia ficción, se ha manejado esta posibilidad, aunque a veces con resultados poco deseables, como en la película “La mosca”, en la que un científico se auto teletransporta, sin percatarse de que en la cápsula de salida le acompañaba una simple mosca, lo que daba lugar en la cápsula de llegada a un lamentable híbrido.

 

Sin embargo, aun suponiendo que elimináramos cuidadosamente tanto las moscas como cualquier otro ser vivo, excepto el presunto viajero a teletransportar, tendríamos que ser capaces de saltarnos algunas leyes de la física y en concreto el conocido “Principio de Indeterminación de Heisenberg”, según el cual no es posible conocer al mismo tiempo la posición y la velocidad exactas de un simple electrón, con lo que imagínense la posibilidad de determinar posición y velocidad de todas y cada una de las innumerables partículas elementales que componen el cuerpo de un ser humano. ¡Impensable siquiera!

Conclusión: Aparquemos por ahora la idea de una hipotética mudanza que nos lleve de la Tierra a la Esperanza (el exoplaneta de destino), y dediquemos todos los esfuerzos en:

1.- Paralizar lo antes posible todas aquellas actividades que, directa o indirectamente, dañen a cualquiera de los Subsistemas (atmósfera, hidrosfera, criosfera, litosfera y biosfera) de la Tierra.

2.- Reparar, también lo antes posible y lo mejor que sepamos, los daños que ya hemos infringido hasta el presente a los citados Subsistemas del planeta.

3.- Programar a fondo, y cumplirlo, un protocolo de mantenimiento global, en que se fije el máximo desarrollo posible, compatible con una larga vida para la Tierra, para conservarla tal como está e incluso algo mejor si fuera posible, porque tanto ahora como durante bastantes millones  de años… NI TENEMOS, NI TENDREMOS OTRA VIVIENDA.

Adolfo Marroquín Santoña

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Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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