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Adolfo Marroquín

Ciencia Fácil

Las sombras de la luz

En una de las publicaciones del Dr. Mercola, del conocido “Boletín de Salud Natural”, se dice que “incluso las velas son una mejor fuente de luz que algunas lámparas actuales”, y justifica esa afirmación en que no hay electricidad involucrada en la luz de una vela y en que además, es la luz que nuestros antepasados utilizaron durante muchos milenios, por lo que nuestros cuerpos ya están adaptados a ella.

No parece aconsejable, sin embargo, dar el gran paso atrás que supondría volver al uso de vela y candil, pero lo cierto es que todas las fuentes de luz, desde el propio Sol, que es la fuente cuasi perfecta, pasando por todas las luminarias conocidas, incluida también la luz de las velas, todas digo, tienen sombras; dicho sea lo de “sombras” en el sentido de “pegas o fallos”. De forma que vamos a dejar las velas para el caso de la oscuridad que acompaña al corte imprevisto de suministro eléctrico, y revisemos aquí las diferentes sombras que arrastran las fuentes de luz convencionales, desde la natural del día, hasta las artificiales, más o menos elaboradas, en busca de algunas de esas sombras que son potencialmente perjudiciales para nuestro bienestar.

En un artículo anterior, que titulaba “La luz es claridad, pero también oscuridad”, me refería básicamente a la contaminación lumínica, consecuencia de un inadecuado direccionamiento de la luz artificial; comentaba asimismo allí que los efectos de la iluminación nocturna sobre el organismo humano, son más severos con la utilización de la luz azul, que con la conocida como luz cálida, de mayor longitud de onda, por lo que si queremos descansar y “cargar las pilas” durante las horas nocturnas, deberíamos evitar la utilización de lámparas que emitan luz de longitud de onda por debajo de la luz azul o violeta. Pues bien, echemos ahora un nuevo vistazo a la luz que nos alumbra y a sus sombras.

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La luz de día, luz procedente del Sol, que es la verdadera luz natural presenta su máxima intensidad, en el intervalo de las longitudes de onda visibles para los humanos. En esa banda el espectro de la luz de día es continuo, sin grandes picos ni huecos, siendo la proporción de los colores de onda corta (azul) mayor que la de los colores de onda larga (rojo). Desde el punto de vista de la potencial influencia sobre la salud humana, resulta importante distinguir entre la luz natural, que nos llega del Sol, y la artificial, que se compone también de luz visible, ultravioleta e infrarroja, pero en proporciones que, pueden llegar a ser muy diferentes de las de la luz solar, como podemos ver a la derecha de la imagen superior, que corresponde a una bombilla incandescente.

La luz de día, es la que disfrutamos, gratuitamente por cierto, durante la mayor parte de las horas centrales entre el orto (salida del Sol) y el ocaso (ocultación del Sol), y tiene fundamentalmente dos componentes, la primera es la luz directa, es decir, la luz que llega a la superficie de la Tierra directamente desde el Sol, tras atravesar la atmósfera terrestre, por lo que sólo estará disponible plenamente, cuando el cielo esté despejado de nubes. La segunda componente es la luz difusa, cuyo origen es también el Sol, pero que no nos llega desde él directamente, sino que es absorbida por las partículas, sólidas o líquidas, suspendidas en la atmósfera y reemitida después por éstas.

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Como se aprecia en la ampliación que se incluye bajo la figura anterior, la luz visible es una pequeñísima parte del espectro total de radiaciones electromagnéticas, que van desde las ondas más largas, como son las ondas de radio, hasta las ondas más cortas, como los rayos cósmicos. La citada ampliación de la parte inferior, corresponde a la luz solar, fuera de la atmósfera, que incluye la visible, junto a sus vecinos, los cálidos rayos infrarrojos y los más cortos, pero biológicamente muy activos, rayos ultravioletas.

Debemos recordar que tanto la luz natural como la artificial pueden alterar el reloj biológico humano y el sistema hormonal, causándonos problemas de salud; en este sentido, es importante conocer y analizar los niveles de las componentes ultravioletas y azules de la luz que estemos utilizando, puesto que, en determinadas circunstancias, son potencialmente las más dañinas. Conviene señalar que después de la puesta del Sol y antes del amanecer, la luz difusa que nos llega del cielo, puede contener una gran dosis de color azul intenso.

La luz azul, que puede ser beneficiosa o no, según las circunstancias, nos la encontramos de hecho por todas partes. Cuando estamos de día al aire libre, la luz solar viaja a través de la atmósfera, donde las ondas de luz azul, las más cortas y de mayor energía, chocan con las moléculas del aire causando que se disperse fuertemente en todas las direcciones. Esto es lo que hace que el cielo se vea azul.

En su forma natural, nuestro cuerpo utiliza la luz solar azul para regular sus ciclos naturales de sueño y vigilia, lo que es conocido como el ritmo circadiano. Cuando no hay luz natural, comienza el ciclo nocturno para nuestro cuerpo, que está regulado por la producción de melatonina, una hormona que resulta indispensable para que nuestro cuerpo descanse, se desintoxique y se regenere durante la noche.

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Las ondas de luz azul están entre las más cortas y de más alta energía en el espectro de luz visible. Estas “ondas azules” o de “Alta Energía Visible” (HEV, de sus siglas en inglés) parpadean más que las longitudes de ondas más largas, que son más débiles, y este parpadeo puede reducir la observación del contraste, afectando a la nitidez y la claridad de la visión; lo que puede ser una de las razones para explicar la fatiga visual, los dolores de cabeza, o la fatiga mental y física causada al permanecer muchas horas sentados frente a la pantalla de un ordenador o de cualquier otro dispositivo electrónico.

Desde los orígenes de la humanidad, el organismo humano evolucionó bajo las condiciones de la luz del día, por lo que las células humanas se fueron acomodando a esa luz natural disponible al aire libre. Por tanto, resulta lógico pensar que la composición espectral de la luz de día, incluyendo la parte no visible, debe tener influencia sobre el organismo humano. Al mismo tiempo, es muy probable que permanecer mucho tiempo bajo luz artificial, que carece de muchas de las propiedades de la luz natural, deberá tener efectos negativos. De ahí que pasar cada día un tiempo, digamos del orden de media hora, al aire libre debe ser algo a incluir en nuestra agenda diaria, puesto que simplemente con eso obtendremos la dosis diaria de luz natural necesaria para nuestro bienestar.

En la naturaleza, al aire libre, el ciclo circadiano de la luz, noche-día, produce una estimulación cíclica de los neurotransmisores, que son los mensajeros de la información entre neuronas. Nuestro reloj biológico responde a la luz, y la luz diurna favorece la producción de serotonina y dopamina, que activan la atención y estimulan la actividad. Por el contrario en ausencia de esos estímulos luminosos, aumenta la melatonina, que nos induce al sueño. Llevar la contraria al ciclo luminoso natural del Sol, provocará que se altere el ciclo hormonal, lo que dará lugar a que se “permuten los papeles”, ocasionando somnolencia matinal e insomnio nocturno.

La luz viaja “cabalgando” sobre ondas que emiten energía y tienen distintas longitudes de onda. Cuanto más corta es la longitud de onda, más alta es la energía que transporta. La luz azul tiene una de las longitudes de onda más cortas del espectro visible, y por tanto es de las más energéticas. Ahora bien, la luz azul es beneficiosa si es natural, es decir si está asociada a la luz de día, pero puede resultar perjudicial si forma parte de la luz artificial.

Durante el día, la componente azul de la luz artificial impide que nuestro cuerpo sintetice melatonina, lo que afectará a nuestro descanso y regeneración nocturna. Si durante las últimas horas del día nos exponemos a la luz azul artificial, esto retrasará varias horas la producción de melatonina en nuestro organismo, lo que nos hará más vulnerables. Además, otro fallo, otra sombra, de la luz artificial es que no tiene un espectro de colores, tan amplio ni tan continuo como el de la luz natural, por lo que no nos ofrece los beneficios de ésta.

Los principales beneficios y daños que podemos encontrar según sea la hora, del día o de la noche, que elijamos para exposición a la luz azul, son:

Beneficios de la luz AZUL natural – DIURNA

.- Ayuda a regular el ritmo circadiano, el ciclo natural del cuerpo de sueño y vigilia.

.- Aumenta el estado de vigilancia y alerta.

.- Aumenta la memoria y la función cognitiva.

.- Mejora el estado de ánimo.

Daños de la luz AZUL artificial – NOCTURNA

.- Interrumpe el ritmo circadiano.

.- Provoca síndrome de Fatiga Visual Digital: visión borrosa, dificultad para enfocar, ojos secos e irritados, dolores de cabeza, cuello y espalda.

.- Mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer.

.- Mayor riesgo de diabetes, enfermedades coronarias, obesidad y depresión.

.- Riesgo de pérdida de visión por la degeneración macular asociada a la edad.

Podríamos citar también otras sombras que acompañan a la luz, incluso a la natural cuando nos encerramos tras las ventanas, puesto que nos impiden recibir aquella parte de la luz solar que no puede cruzar el cristal de dichas ventanas, es decir la ultravioleta (UV), ya que el vidrio común, por su alto contenido en hierro, no permite el paso de las frecuencias UV. Y recordemos que los rayos UV, que recibimos al tomar el sol, son la única fuente natural de vitamina D.

Finalmente, es evidente que en invierno hay menos horas de luz natural y menor intensidad de la misma y que además, debido al frío, pasamos más tiempo en el interior de edificios, con una iluminación artificial, que no siempre es la más adecuada. De manera que, aunque se sabe que el abuso de los rayos ultravioleta puede provocar daños en la piel, sin embargo, actuando con la debida prudencia, deberíamos buscar un ratito cada día para escapar del encierro y echarnos a la calle, para disfrutar de nuestro amigo el SOL.

Adolfo Marroquín Santoña

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Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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