Es evidente que, en cualquiera de los estados, sólido, líquido o gaseoso, en los que el agua se presenta en la naturaleza, resulta ser un elemento vital para nuestro planeta, pero resulta también evidente que, a medida que cambie el clima, cambiarán también los recursos de agua dulce, sobre los que se basan nuestras sociedades y economías. Por tanto, debería ser lógico vigilar atentamente, y cuidar nuestra relación con el agua.
En las dos imágenes anteriores se presenta a la izquierda el ciclo hidrológico, con el esquema de los procesos que tienen lugar de forma natural, y a la derecha el que podríamos llamar ciclo menos lógico, o directamente ciclo hidroilógico (hidro-ilógico). No entraremos aquí en el detalle de los procesos físicos que tienen lugar durante el ciclo hidrológico normal, que citados de la forma más elemental posible son la evaporación, por la que el agua pasa de líquido a vapor y asciende a la atmósfera, enfriándose en ese ascenso, por lo que se condensa en forma de nubes, precipita después desde estas hacia el suelo, y en él se produce la filtración hacia el subsuelo y la escorrentía superficial, que lleva el agua hacia los acuíferos.
Y la cosa ha venido funcionando así, desde hace miles de años, y sigue funcionando hoy, de manera que mientras el ciclo es lógico, es decir, mientras que las precipitaciones se presentan a lo largo del año, con valores similares a las medias estadísticas de las series climáticas, no tenemos problemas de suministro de agua, para todos los usos habituales de la misma, que son muchos. Pero cuando uno o más años las precipitaciones escasean, tienen lugar entonces una cadena de acontecimientos que van desde la inicial normalidad de la lluvia, con la apatía que esa normalidad provoca, a una secuencia decreciente de precipitaciones, inicialmente imperceptible, pero que acaba llevándonos a la sequía (drought, que dirían los angloparlantes), y es entonces cuando tomamos conciencia (awareness, que dirían ellos) de que algo no va bien, dando comienzo a una cierta inquietud, camino de la ansiedad (concern, ya saben), que, a medida que pasa más y más tiempo, acaba desembocando en pánico (panic, eso está claro), lo que nos lleva a llamar a Emergencias 112 ( 911, en versión USA), desde donde desviarán nuestras llamadas a Protección Civil, o a la correspondiente Confederación Hidrográfica, o al Servicio de Meteorología, o a …
Pero, será inútil, nadie nos aliviará del pánico, que seguirá “in crescendo” con el paso del tiempo, tanto más cuanto más tarden en producirse las precipitaciones. Pero, mientras tanto, lo que ocurre, es algo muy difícil de conseguir en este país, la unanimidad; estando todos de acuerdo en que “hay que hacer algo y pronto”. Y entonces es cuando se produce el milagro… LLUEVE, porque, como enseña la historia del clima, siempre que ha habido sequías, tras ellas acaba volviendo a llover, y justo en ese momento se cierra el Ciclo Hidroilógico, ya que, con la presencia de la lluvia (o sea, la rain anglosajona), todo vuelve a la normalidad, y de ahí se pasa a la apatía, etc. etc., reiniciándose el absurdo ciclo.
Ambos ciclos se han producido en nuestro país, y en los demás países del mundo, cientos de veces, desde siempre, desde bastante antes de que se pusiera de moda culpar de todo, y también de esto, faltaría más, al Cambio Climático, que algo tiene que ver con las modificaciones y anomalías en el ciclo hidrológico, naturalmente.
Pero ¿quiénes son los actores invitados a esta ceremonia de la confusión, que amenaza con complicarnos el suministro de agua, de calidad adecuada y en cantidad suficiente, para tener y mantener un nivel de vida y un ritmo de desarrollo, adecuados a las necesidades que nosotros mismos nos hemos impuesto? Pues, echemos una ojeada a uno de los actores principales de estos episodios, la SEQUÍA:
Es evidente que, en principio, toda sequía está asociada a la escasez de recursos hídricos, pero la definición de sequía, depende del ámbito en que se padezca esa escasez.
Así puede hablarse, entre otras, de:
.- Sequía meteorológica.
.- Sequía hidrológica.
.- Sequía agrícola.
.- Sequía medioambiental.
.- Sequía socioeconómica.
.- Sequía climática.
En efecto, el término sequía puede hacer referencia a la sequía meteorológica (precipitación bastante inferior a la media), hidrológica (caudales fluviales bajos y niveles bajos en ríos, lagos y aguas subterráneas), agrícola (humedad del suelo baja) o medioambiental (combinación de las anteriores). Los efectos socioeconómicos de las sequías pueden provenir de la interacción entre las condiciones naturales y ciertos factores humanos, como pueden ser los cambios de uso de la tierra, alteraciones de la cubierta de suelo, o la propia demanda y uso del agua.
Pero en el marco del clima, y sobre todo del cambio climático, la definición que nos interesa es la de sequía climática, y en ese caso, recurriendo a la máxima autoridad en la materia, es decir a la OMM (Organización Meteorológica Mundial), encontramos que este organismo define la Sequía Climática en un área determinada, como “Un período, de más de dos años consecutivos, durante los que la precipitación registrada, en más del 50% del área, está incluida entre el 40% de los valores más bajos de su serie climatológica”.
De acuerdo con los estudios realizados por la propia OMM, así como por el IPCC, Grupo Internacional de Expertos en Cambio Climático, resulta que, desde comienzo de los años 70, las sequías se han hecho más frecuentes en todo el mundo, especialmente en las áreas tropicales y subtropicales. Se sabe que la superficie afectada por la sequía ha aumentado desde entonces, siendo muy probable que haya habido una contribución humana a esa tendencia. La disminución de la precipitación sobre tierra firme y el aumento de las temperaturas, que han incrementado la evapotranspiración y reducido la humedad del suelo, son factores importantes que han contribuido a la aparición de sequías en un mayor número de regiones del mundo, lo que se aprecia en los valores de un conocido indicador de la virulencia de las sequias, el PDSI (Índice de Palmer de Severidad de Sequías).
En la siguiente figura se muestran los valores mensuales, registrados en todo el planeta, desde el año 1900, del citado índice de sequía, que mide el déficit acumulado en la humedad superficial del suelo, teniendo en cuentas las precipitaciones registradas y la humedad atmosférica, con un sistema de contabilidad hidrológica. Como vemos en la figura de la parte izquierda, las áreas rojas y anaranjadas del mapa son más secas que sus valores estadísticos medios, y las áreas azules y verdes más húmedas que sus valores promedios. En la gráfica de la parte derecha, puede verse la evolución de la magnitud, desde 1900, del citado Índice de Palmer (PDSI), siendo la curva negra, ajustada a los valores, la que indica las variaciones decenales. Puede apreciarse cómo la serie temporal muestra una tendencia creciente del PDSI, a lo largo de todo el período, con pequeñas oscilaciones y variaciones interanuales, en toda la superficie terrestre mundial.
En consecuencia, es prácticamente seguro que, salvo que se tomen serias medidas, a nivel de todo el planeta, para revertir el cambio climático, en los próximos decenios, en algunas regiones del planeta, que incluyen la cuenca mediterránea, y dentro de ella a la Península Ibérica, serán más abundantes y más severas las sequías. Por tanto, al circuito del ciclo hidrológico, que la naturaleza mantendrá activo, habrá que añadirle la alternancia del hidroilógico, que nosotros, como ilógica humanidad, hemos creado y mantenido. Por nuestra parte, lo lógico ahora sería cumplir el reciente Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, pero…