Es bien conocido el hecho de que el turismo se mueve a impulsos de un conjunto de elementos que deciden el destino a elegir, y que uno de esos elementos es muy frecuentemente el clima. Veamos por tanto los posibles atractivos, aunque a veces parezca que no los hay, que el clima extremeño puede presentar para un turista potencial.
Por mi parte, como enamorado de esta bendita tierra, afirmo categóricamente que a mí “de Extremadura me gusta hasta el clima“, ahora bien, como climatólogo, tengo que admitir que en ocasiones algunos elementos climáticos tienden a desmadrarse. Pero en esto, como en casi todo, conviene ser objetivos y no dejarse llevar por los sentimientos sino por los números o por los índices basados en ellos.
Un índice turístico bastante conocido, basado exclusivamente en valores climáticos, es el Índice Turístico de Peguy, al que nos referiremos como ITP para abreviar. Naturalmente no procede entrar aquí en los aspectos fisicomatemáticos de la fórmula que expresa el citado índice, pero señalaré que en ella intervienen como elementos esenciales para el cálculo, los valores medios mensuales de la insolación, medida por el número medio de horas de sol despejado, la temperatura y el número de días de lluvia.
Pues bien, al calcular el ITP mes a mes a 61 poblaciones, tanto de la España peninsular como de la insular, en las que existían observatorios meteorológicos dependientes del antiguo Servicio Meteorológico Nacional, después Instituto Nacional de Meteorología, con series de datos climáticos suficientemente largas y fiables, que figuraban en la publicación “Guía resumida del tiempo en España”, un estudioso del clima, Diego Jover, encontró que de los 732 valores obtenidos (61 poblaciones por 12 meses), el valor máximo para el índice ITP era 409, resultado que correspondía precisamente al ¡mes de julio en Badajoz!. Y, por cierto, el valor mínimo mensual del ITP era de -44 (negativo) en el mes de diciembre en Vitoria.
Según Peguy, el creador del citado índice turístico, el resultado es bueno cuando alcanza o supera el valor 100. Pues bien, hay que decir que Jover encontró que en Badajoz se superaba el valor 100, en todos los meses del año, excepto diciembre, en que era sólo de 92.
Analizados los 732 valores mensuales, así como las características de cada una de las 61 poblaciones, de las que proceden los datos, se observa que, en general, el índice turístico ITP, en las áreas montañosas es superior al obtenido para las ciudades cercanas a ellas, debido a su mayor insolación. Resultaba entonces que el Montseny era más turístico en invierno que Barcelona y Gerona, así como que Izaña, con su observatorio en el Teide, superaba a Las Palmas y a Tenerife durante todo el año, debido a la gran insolación del Teide, casi siempre por encima del mar de nubes producido por los alisios en Canarias.
Dado que estos resultados chocaban con la realidad turística, se propuso modificar el índice ITP, quitándole importancia a la insolación y aumentando la de la temperatura. Esto corrigió lo que parecían ser desajustes en la fórmula original de Peguy, al aplicarla a España; obteniéndose tras las correcciones, el ITPC (Índice Turístico de Peguy Corregido). Este nuevo índice corregía las anomalías detectadas en el Montseny, en Izaña, y en algunas otras áreas, casando mejor el valor del nuevo índice con la realidad turística observada.
Pero entonces, al obtener los valores anuales de ambos índices, ITP e ITPC, mediante la suma de los doce valores correspondientes a los doce meses del año, y ordenamos los resultados obtenidos en orden decreciente de bondad turística, obtenemos un nuevo ranking para cada uno de los dos índices, resultando que en ambos aparece Badajoz en el puesto 12 de los 61 analizados, como puede observarse en la siguiente tabla de los “Top-Twenty”. Por tanto, Badajoz estaría, según ambos índices turísticos, entre los veinte mejores destinos turísticos de España, o, para ser exactos “entre los doce mejores”.
Los índices indican, como es su obligación, que climáticamente Badajoz no tiene porqué “acomplejarse” por su clima, a la hora de emprender campañas turísticas. La realidad es que la idea de que el turismo puede y debe ser un factor importante en el desarrollo de la Región no es nueva. Bien es cierto que “Vaya, vaya, aquí no hay playa…” como dice una popular canción, pero tampoco hay playa en muchas otras regiones y poblaciones del planeta que, sin embargo, disfrutan de un apreciable turismo.
Por otra parte, no somos pocos los que procuramos no meternos en la arena playera y procuramos quedarnos, bien en algún chiringuito costero, bien en alguna de las piscinas próximas, pero eso sí, disfrutando del clima. Ahora bien, como ya hemos expuesto, los índices al uso, indican que el clima es propicio, para el turismo en Extremadura, o al menos no parece ser hostil… ¿y entonces? ¿Por qué no buscar alicientes, complementarios a los que el clima nos ofrece, para suavizar algunos de los extremos meteo-climáticos que, admitámoslo, son también característicos de nuestra Región?
Pues bien, de hecho, desde hace ya bastantes años, aparecen y desaparecen periódicamente, como los famosos “ojos del Guadiana”, momentos en los que el interés sobre el tema se refleja en los medios de comunicación, e incluso parece que en la actualidad la idea está arraigando, y de hecho son cada día más numerosas las actuaciones de la Administración, y de un buen número de particulares, que han comenzado a hacer camino al andar, siguiendo el sabio y poético consejo al caminante.
En particular, en la web de la JEX, “Extremadura Turismo”, no aparece un apartado específico dedicado al clima de Extremadura, o al menos yo no lo he visto, pero sí son varias las referencias a ese clima, y en particular a sus extremos térmicos, Y así, buscando los términos frío o calor, encontramos enlaces muy interesantes. Por ejemplo, en relación con el frio enlazamos con “Escapadas para disfrutar de los días de frío”, donde se dicen cosas como:
Anochece antes y hace frío, pero Extremadura, siempre bella, ofrece numerosas opciones para disfrutar de sus pueblos y ciudades monumentales, sentir la naturaleza a través de sus paisajes y saborear su gastronomía. Guadalupe, lugar de peregrinación desde hace siglos, se ha puesto de moda gracias a los premios y distinciones que ha recibido recientemente. La villa serrana, en la que destacan el imponente Monasterio de Santa María de Guadalupe, Patrimonio Mundial de la Unesco, y su casco histórico, con hermosas callejuelas, plazas, soportales y balcones, ha sido elegida “Primera Maravilla Rural 2017” por los usuarios del portal Toprural y ganadora del concurso “Luce tu pueblo 2017”, organizado por Ferrero Rocher.
Se citan, además de Guadalupe, una serie de localidades con encanto que encontramos de norte a sur de Extremadura, todas ellas merecedoras de una visita para deleitarse con su belleza y patrimonio, a pesar de los rigores del frío.
Análogamente, otra de las ventajas que nos ofrece nuestro clima es la bondad de las noches con cielos despejados en la región extremeña, que encuentra su referencia en la web de la JEX, en el apartado referido al astroturismo, donde se dice que Extremadura es un auténtico paisaje de estrellas.
A sus atractivos naturales se unen unas condiciones extraordinarias para ver el cielo estrellado y un sector turístico especializado. La baja contaminación lumínica en gran parte de Extremadura, el buen clima, con numerosos días sin nubes durante los doce meses del año, la existencia de localizaciones espectaculares y la creciente implicación de instituciones públicas, alojamientos y empresas para fomentar el astroturismo hacen de la región un paraíso para la contemplación de las estrellas.
Por toda la Comunidad Autónoma es muy fácil encontrar un lugar que reúna buenas condiciones para explorar el firmamento. En este sentido, la guía “Extremadura, paisaje de estrellas”, editada por la Dirección General de Turismo, propone hasta diez zonas de observación donde disfrutar al máximo de la experiencia. Zonas que la naturaleza y el clima han preparado para ser magníficos observatorios de las luces estelares, pero donde también se han aplicado los consejos para anular o al menos reducir en lo posible la creciente contaminación lumínica.
Bastando para ello con seguir tres principios que están al alcance de nuestra mano. El primero es iluminar solo lo que necesitemos que sea iluminado. El segundo, hacer uso de la iluminación exterior cuando sea realmente necesaria. Por último, usar luminarias que eviten totalmente el flujo de luz hacia el horizonte o hacia el cielo; es absurdo derrochar energía enviando luz hacia el espacio exterior.
Entre las formas de contaminación lumínica, la más polémica y frecuente es el brillo artificial del cielo nocturno en enormes áreas, sobre y alrededor, de las grandes ciudades. Una iluminación artificial inadecuada es la causa del actual incremento de ese brillo difuso del cielo nocturno que, al dirigirse parcialmente hacia arriba y hacia el horizonte, crea una burbuja de contaminación lumínica que diluye la oscuridad natural de la noche y nos impide ver las estrellas.
Acomodarse al clima, gozar con la naturaleza y mirar hacia el cielo es algo que se puede hacer en muchas regiones del planeta, pero disfrutar del clima, de la inmersión en la naturaleza y no sólo mirar, sino ver el cielo y sus infinitas luminarias, requiere estar en Extremadura.