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La sensibilidad animal, nos puede ayudar

01-los-sentidos-animales-en-ayudaLas teorías de los científicos modernos y los relatos de los sabios de la antigüedad coinciden en afirmar que si, en el momento adecuado, supiéramos interpretar los aullidos de un perro, el croar de las ranas y la conducta de las aves, nuestro futuro sería mucho más seguro frente a las amenazas de la naturaleza.

La cuestión de si existe o no un sexto sentido en los animales para predecir fenómenos naturales de gran violencia, viene de muy antiguo. Para los humanos, resultaba intrigante que, con frecuencia, ante un acontecimiento catastrófico de gran magnitud, el número de animales muertos fuera menor que el de vidas humanas perdidas. Sin embargo, los datos estadísticos indicaban que de hecho era así, por lo que, desde hace tiempo, la ciencia viene tratando de buscar alguna explicación a ese aparente enigma.

Se han analizado las respuestas de algunos animales, tratando de comprender cómo y por qué algunos de ellos parecen detectar, incluso con varios días de antelación, catástrofes como los terremotos, tal vez la catástrofe más habitualmente detectada por los animales y, a la vez, la menos predecible por los humanos; encontrándose que la explicación podría estar en los cambios físico-químicos que se producen en la corteza de la Tierra.

Por mi parte diré, emulando a Bertrand Duguesclin, que, en relación con este tema “ni quito ni pongo rey”, pero admito que es una evidencia el hecho de que muchos animales tienen una capacidad de percibir sonidos, olores, vibraciones, etc., muy por encima de la de los humanos, por lo que no tiene nada de extraño que sean capaces de percibir señales que nosotros no detectamos.

La sensibilidad en los animales, basada en la información que les aportan sus órganos sensoriales es fundamental para ellos, puesto que les permite mantenerse en alerta ante sus depredadores, responder a los más diversos estímulos o amenazas, e incluso simplemente acceder a sus alimentos. Naturalmente, no todos los animales tienen la misma sensibilidad, ni los mismos sensores, puesto que la propia naturaleza, a través de la evolución, ha ido perfeccionando esa herramienta, que resulta esencial para ellos.

Algunos tienen especialmente desarrollada la sensibilidad química, mientras que otros, se han especializado en la térmica, la luminosa o la mecánica. Veamos algunos casos, y algunos especialistas en ellos. La sensibilidad química se desarrolla en los animales fundamentalmente para detectar la presencia de sustancias químicas externas. Los dos principales órganos destinados a la sensibilidad química son el olfato y el gusto; el olfato recoge las sustancias volátiles que hay en el aire, mientras que el gusto lo hace con las que se encuentran en líquidos o sólidos. Esta sensibilidad está muy desarrollada en los insectos, los anfibios, los reptiles y los peces.

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La sensibilidad térmica se refiere a todos los órganos receptores con los que los animales detectan la temperatura de los objetos o seres vivos que hay en su entorno exterior, para reaccionar en consecuencia, según convenga. Ante un aumento o un descenso de la temperatura corporal o ambiental, el animal puede ahuecar las plumas para retener calor, tiritar para generar calor, ampliar al máximo la superficie corporal para perder calor, permanecer inmóvil a la sombra para evitar el aumento de temperatura, sudar para refrigerar la piel, etc.

La sensibilidad luminosa suele residir en los ojos, que pueden ser simples o enormemente complejos, como en el caso de los vertebrados, en los que las componentes principales son la retina, un tejido sensorial formado por tres capas, las dos internas de células nerviosas y la capa externa de células sensoriales; estas últimas pueden ser conos, para la percepción de los colores, o bastones, para percibir las distintas intensidades de luz o ambos tipos a la vez. Las células nerviosas de la parte posterior tienen fibras que confluyen en el nervio óptico, desde el que se conducen los estímulos al cerebro.

La sensibilidad mecánica es la que detecta la presión ejercida por un cuerpo, mediante los receptores mecánicos, formados por terminaciones nerviosas de la epidermis y que constituyen el sentido del tacto. En los peces, por ejemplo, los órganos están situados en la línea lateral de su cuerpo, con pequeñas fosas a lo largo del dorso, y les sirven para detectar los cambios de presión del agua. Numerosos insectos registran también, a través de sus antenas, los estímulos mecánicos mediante células que muchas veces se entremezclan con las de otros sentidos. El oído de muchos animales, incluidos algunos domésticos, goza de una sensibilidad mecánica extraordinaria, muy superior a la de los humanos, lo que les hace capaces de actuar como detectores de ondas de presión.

Parece entonces lógico preguntarse si esa sensibilidad animal podría sernos de utilidad a los humanos a la hora percibir avisos que ellos detectan y nosotros no. Pero nos encontramos entonces con que el uso de animales para detectar desastres tiene una larga historia, desde accidentes en las minas, hasta terremotos. Los movimientos sísmicos, es decir los terremotos, son los fenómenos geológicos más terribles y los más peligrosos, ya que se presentan de manera imprevista, con una fuerza inimaginable, que puede compararse con la energía liberada por varias bombas atómicas.

Sobre esas ayudas potenciales de nuestros amigos, los sensibles animales, comentaremos algunos casos que han sido conocidos, por haber aparecido en publicaciones científicas, en comunicaciones de determinados organismos, como la NASA, o simplemente en los medios de comunicación, en relación con asuntos de este tipo.

En una revista dedicada a biología animal, se relata la siguiente historia: Cerca de las dos de la mañana en la aldea de Nicolosi, situada en la ladera del volcán Etna, una familia dormía profundamente, cuando, de repente, fue despertada por los siete gatos de la familia, que empezaron a maullar simultáneamente, con desesperación, al tiempo que arañaban la puerta y saltaban enloquecidos contra los cristales de las ventanas.

Alertados los miembros de la familia, todos salieron rápidamente al exterior de la vivienda, sin detenerse siquiera a recoger ninguna pertenencia. Segundos más tarde la tierra comenzó a temblar, porque el volcán había vuelto a entrar en actividad y las casas se movían apreciablemente. Por fortuna, todo volvió a la normalidad en un breve espacio de tiempo y no hubo que lamentar desgracias personales.

Ciertamente, existen informaciones sobre el comportamiento de los gatos ante esos fenómenos extraordinarios, de tal forma, que han dado pie a aconsejar: “Si notas que tu gato pierde la calma e intenta salir de la casa, para buscar refugio al aire libre, es momento de preocuparte”, ya que nuestros amigos felinos pueden presentir desastres horas antes de que ocurran.

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Los gatos cambian fuertemente su comportamiento antes de un terremoto o erupción volcánica, ya que no solo captan los sonidos, sino que también los cambios en la presión atmosférica y en la deformación del suelo, tal como se pudo comprobar, mediante mediciones, en el terremoto y posterior tsunami que afectó a Japón en 2011.

En el mismo sentido, se han hecho mediciones en la ciudad de Valdivia, Región de los Ríos, en Chile, donde se producen frecuentes movimientos sísmicos, habiéndose detectado que, en este caso, los caballos se ponían a relinchar reiteradamente, varios segundos antes de cada movimiento, temblándoles todo el cuerpo. Los faisanes anunciaban también cada temblor con un sonoro cacareo, antes incluso que los caballos, y por supuesto mucho antes de que la gente lo notara. Por su parte, los perros emitían aullidos, en este caso incluso varios minutos antes. Mientras tanto, otros animales, como las ovejas o las gallinas se mostraban totalmente indiferentes a los movimientos sísmicos.

En el caso de las hormigas, es evidente que no emiten sonidos, al menos no audibles por los humanos, pero su previsión les salva la vida. En Tashkent, científicos soviéticos observaron cómo millones de hormigas abandonaban sus laberintos subterráneos una hora antes del primer temblor de tierra, permaneciendo al exterior hasta que concluían los sismos y sus réplicas; puesto que, de quedarse en el interior del hormiguero, corrían el riesgo de ser aplastadas por los terremotos.

En algunas minas los que salvan sus vidas son los propios mineros, porque antes de que ellos se den cuenta de que iba a hundirse una galería, por un terremoto, las ratas salían de sus agujeros, chillaban furiosamente y corrían desconcertadas de un lado a otro. Eso constituía la señal de alarma para ellos, que abandonaban la galería lo antes posible. Se da la circunstancia de que, dado que eran sus “salvavidas” los mineros tenían gran aprecio por las ratas subterráneas, por lo que incluso las alimentaban.

En algunos medios de comunicación, con base científica algunos, y simplemente de noticias generales otros, se citan varios animales, de diferentes especies, que podrían ayudarnos a prevenir catástrofes, del tipo terremotos, temporales, huracanes y algunos otros. Por ejemplo en la prensa japonesa de ha dicho que las vacas son capaces de predecir terremotos con mucha anticipación, estimándose que hasta seis días antes de que pueda producirse un terremoto, estos animales disminuyen su producción de leche. Este hecho se comprobó en la catástrofe pasada en el 2011 en Japón donde, dentro de un programa diseñado para buscar “avisadores naturales”, se estudiaron diferentes razas de vacas, en varias granjas situadas en varias zonas del Japón, distantes entre sí, cuyas constantes vitales estaban controladas continuamente, de forma que, tras producirse un terremoto, pudieran comprobarse las señales que se habían producido por el fuerte estrés que sufrían en momentos previos al terremoto.

Se dice que los elefantes tienen un claro instinto de percibir catástrofes, como se comprobó con el tsunami que afecto a las costas del Océano Índico, en Tailandia e indonesia en el año 2004. Estos animales se juntaban y huían hasta las zonas de mayor altura, todo gracias a su amplia capacidad auditiva que percibe frecuencias de sonido, que el ser humano no es capaz de detectar.

Lo cierto es que en todos los casos, o al menos en la inmensa mayoría de ellos, no se ha encontrado una clara explicación científica. Eso sí, queda claro que los animales tienen una percepción, que nosotros no tenemos, por la que “sienten” la proximidad de la amenaza del fenómeno, mucho antes que el hombre ¿Existe un sexto sentido en algunas especies animales? Es posible, y hasta probable, aunque no tenemos la certeza, pero lo prudente sería hacer caso a los avisos que nos envía la naturaleza, a través de sus criaturas.

Adolfo Marroquín Santoña

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Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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