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Electricidad atmosférica, que afecta a cuerpo y mente

01-cuerpo-descarga-y-menteA la naturaleza le gusta el equilibrio y por tanto, en condiciones normales, los átomos que componen su atmósfera están “equilibrados” en el sentido de tener el mismo número de cargas negativas (electrones) que positivas (protones). Recordemos que un átomo se compone en esencia de un núcleo, que es su parte central, cargado de protones (+) y alrededor de ese núcleo giran los electrones (-), y recordemos también que cuando, por cualquier causa, uno de estos átomos gana o pierde un electrón, ese átomo se convierte automáticamente en un ion, negativo (si gana) o positivo (si pierde) respectivamente.

Las moléculas de los gases que forman nuestra atmósfera (nitrógeno, oxígeno, dióxido de carbono, vapor de agua, etc.) son las fuentes de las que provienen esos iones, positivos o negativos, que están siempre presentes y que, salvo alguna causa externa, están en una proporción numérica en la que se mantiene un “casi empate”, sin llegar al uno a uno, pero cerca de ello. Y en cuanto al efecto que sobre los seres humanos puede producir el desequilibrio de cargas, hay que tener en cuenta que el ser humano es una máquina bioeléctrica, sensible a cualquier actividad eléctrica o electromagnética que tenga lugar en su entorno.

Está suficientemente demostrado que la ionización positiva del aire, es perjudicial para el ser humano, al provocar cansancio, dolor de cabeza, irritabilidad, insomnio y malestar general. Este caso es frecuente en las ciudades, y se debe, en buena parte, a la contaminación atmosférica, que destruye los iones negativos, lo que se complica por la presencia de televisores, ordenadores y aparatos eléctricos en general, en lugares cerrados y frecuentemente poco ventilados.

Por el contrario, es bueno que el ambiente sea eléctricamente negativo, es decir que sea un ambiente con predominio de iones cargados negativamente, lo que produce relajación y aumenta el rendimiento corporal y psíquico; de hecho, parece que la presencia de estos iones reduce la serotonina y con ella el estrés. Esta serotonina es constrictora de los vasos sanguíneos y juega un importante papel en la transmisión de señales químicas en el cerebro, interviniendo en la regulación del estado de ánimo de las personas.

Los iones presentes en la atmósfera no se aprecian “a simple vista”, sin embargo la que no pasa desapercibida, es la electricidad atmosférica que suele acompañar a alguna tormenta, arrastrando abundante aparato eléctrico, viento fuerte y frecuentemente precipitaciones. Estos fenómenos se producen acompañando a nubes de gran desarrollo vertical y aspecto montañoso llamadas cumulonimbos, Cb en abreviatura.

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Básicamente podemos distinguir dos tipos de tormentas, unas las originadas por movimientos ascendentes de aire cálido y húmedo, típicas de los períodos estivales, y otras que suelen acompañar  a un frente frío, producidas por la penetración, en forma de cuña, del aire frío bajo la masa cálida, obligando a ésta a ascender con rapidez, lo que provoca su enfriamiento y con ello la condensación del vapor de agua que transporta y la “ionización” de la nube tormentosa.

La naturaleza genera iones haciendo uso de varias herramientas que tiene a su disposición, como son las descargas eléctricas asociadas a las tormentas, rayos ultravioleta, gases y sustancias radioactivas en el aire o el suelo, cataratas y cascadas, las olas del mar, ciertos árboles y plantas como los pinos y los helechos, incluso la simple fricción producida por el flujo del aire en los vientos cargados de polvo o arena.

En el caso de las tormentas, en las horas previas a una tormenta en el aire predominan los iones positivos, inquietando no sólo a las personas, sino incluso a los animales. Por el contrario, tras el paso de la tormenta, en el aire predominan los iones negativos, por lo que se percibe un aire más fresco y limpio, con un ambiente agradable.

Una importante fuente de bienestar, por ionización negativa, es el agua en movimiento (duchas, fuentes, saltos de agua, cascadas, la orilla del mar, etc.) porque cuando el agua choca y la gota se divide, la parte más volátil del agua, que es la que se respira, queda cargada negativamente. Fue el físico alemán Philipp von Lenard (1862-1947), premio Nobel de Física en 1905, quien estableció que en aquellos fenómenos en los que el agua estaba en movimiento y salpicaba (como se da en la lluvia, en una cascada, en el embate de las olas o en la ducha), se generaban beneficiosos iones negativos.

De ahí lo agradable que resulta pasear en las proximidades de una cascada, natural o artificial (presa hidroeléctrica), por la orilla del mar o cerca de un acantilado en el que rompen las olas.

Y si usted no tiene cerca ninguna de estas posibilidades, simplemente apague la TV, salga a la calle y acérquese a algún parque o zona arbolada, o mejor aún a la orilla de un rio, a ser posible no demasiado contaminado, y respire con sus pulmones y con su mente, dejando que la naturaleza se encargue de los iones.

Adolfo Marroquín Santoña

 

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Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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