El propio Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), que es la obra de referencia para establecer lo que significa cada palabra, no lo aclara suficientemente, puesto que en él se dice que la meteorología es la ciencia que trata de la atmósfera y de los meteoros. Y, en cuanto al clima, dice que es el conjunto de condiciones atmosféricas que caracterizan una región.
Ambas cosas son ciertas, pero no queda clara la diferencia, por lo que, de hecho, los términos meteorología y clima se confunden con frecuencia, aunque se refieren a eventos con escalas, espaciales y temporales, muy diferentes.
Lo cierto es que la meteorología se refiere a las condiciones atmosféricas que ocurren localmente, durante períodos cortos de tiempo, que van desde minutos hasta horas o, como máximo, unos pocos días. Es decir, es algo local y de corto plazo.
El clima, por el contrario, es algo bastante difícil de definir, pero que está relacionado con el promedio regional y a largo plazo, de los valores de temperatura, precipitación, humedad, y algunos otros, a lo largo de años o décadas. El clima es pues global, territorialmente hablando, y está referido a un largo plazo temporal.
Podríamos decir que el clima de una cierta región, es el resultado de la meteorología habida en esa región durante un largo período de tiempo; en consecuencia los factores que afectan a la meteorología, como la orografía del terreno, la mayor o menor distancia al mar, o a grandes extensiones de agua en general, la continuidad de la presencia o ausencia de determinados gases o aerosoles en la atmósfera del entorno, entre otros, son los que van dejando huella en el clima y perfilándolo.
Como ejemplo de algunos de esos gases, que se han hecho tristemente famosos en los últimos decenios, podemos citar los GEI (Gases de Efecto Invernadero), y el concreto el más popular de ellos, el CO2 (dióxido de carbono), al que se culpa de buena parte de los cambios que está sufriendo el clima, aunque lo cierto es son varios los gases que forman el bloque de los GEI (vapor de agua, que contribuye en más el 60%, el metano, el ozono, los óxidos de nitrógeno, etc.), pero con frecuencia el efecto de éstos otros gases se expresa como equivalente en CO2, con lo que queda claro que el papel de malo de la película, ya le queda asignado a éste.
El CO2 es un importante gas atmosférico, que atrapa parte del calor que es liberado a través de actividades humanas como la deforestación y la quema de combustibles fósiles, así como por procesos naturales como las erupciones volcánicas. En la imagen superior, el gráfico de la izquierda muestra los niveles de CO2 en la atmósfera, medidos por el Observatorio de Mauna Loa, en Hawai, durante los últimos años, desde el 2005, una vez eliminado el ciclo estacional, con lo que puede observarse mejor la tendencia creciente.
El gráfico de la derecha muestra los niveles de CO2 durante los últimos tres ciclos glaciares, es decir desde hace aproximadamente 400.000 años atrás en el tiempo, de acuerdo con los datos obtenidos a partir de los gases contenidos en los núcleos de hielo, procedentes de los glaciares antárticos.
Sabemos que la meteorología es cambiante a lo largo del año, prácticamente día a día, excepto en las largas épocas veraniegas de estabilidad, e incluso entonces la aparición de tormentas hace que la meteorología cambie radicalmente de un día para otro.
Y sabemos que, a lo largo de toda su historia, el clima de la Tierra también ha cambiado, y sigue haciéndolo, pero siempre a largo plazo, como consecuencia de las complejas interacciones de los subsistemas (atmósfera, litosfera, hidrosfera, criosfera y biosfera) que constituyen el sistema climático que rige lo que sucede en el planeta Tierra. Durante al menos el último millón de años, nuestro mundo ha experimentado ciclos de calentamiento y enfriamiento con un duración aproximada del orden de 100.000 años para completarse.
A lo largo del curso de cada ciclo, las temperaturas globales han bajado y subido, aproximadamente 5 °C cada vez, conduciendo a la Tierra a una glaciación y luego calentándola nuevamente. Se cree que este ciclo está asociado con los cambios regulares en la órbita de la Tierra, lo que altera la intensidad de la energía solar que el planeta recibe. El clima de la Tierra también ha sido influenciado durante un largo período de tiempo por cambios en la circulación del océano que resultan del movimiento de las placas tectónicas.
En las próximas décadas, se espera que el cambio climático tenga un impacto cada vez mayor en los sistemas naturales y humanos. En un mundo más cálido, la accesibilidad al alimento, el agua, la materia prima y la energía cambiarán sin duda. También se espera que la salud humana, la biodiversidad, la estabilidad económica y la seguridad de las naciones sean afectadas por el cambio climático. Los modelos de proyecciones de cambio climático sugieren que, para muchos países del planeta, los efectos negativos del cambio del clima serán significativamente mayores que los positivos.
Reducir nuestra vulnerabilidad a estos impactos depende no sólo de nuestra habilidad de entender la ciencia climática y las implicaciones del cambio, sino también de nuestra capacidad para integrar y utilizar ese conocimiento de manera efectiva. Cambios en nuestra economía e infraestructuras, y políticas gubernamentales, serán necesarios para cambiar la trayectoria actual del impacto del clima en las vidas humanas. La determinación de los individuos, comunidades, y países para establecer estrategias adecuadas para el manejo de los recursos naturales, será necesaria para asegurar la estabilidad de los sistemas naturales y humanos, con el aumento de la temperatura, que seguirá creciendo.