Los tornados son torbellinos de viento que nacen y se desarrollan, bajo algunas nubes del tipo cumulonimbos (Cb), en determinadas circunstancias. Están asociados a condiciones de fuerte inestabilidad, debida a presencia en la atmósfera de:
.- Aire húmedo y cálido en niveles bajos.
.- Aire frío y seco en niveles altos.
En esas condiciones, parte de las corrientes descendentes que se producen en el interior de la nube, pueden entrar en rotación, arrastrando consigo gran cantidad de energía.
Un tornado constituye un centro de muy baja presión, de tamaño muy reducido (en España, la dimensión más frecuente es de algunas decenas de metros de diámetro), generado bajo un Cb, con una presión en el eje del embudo que puede ser muy inferior a la presión en su alrededor, del orden de 25, 50 y hasta 100 unidades (hectopascales o milibares) más baja que la de su entorno. Esa baja presión (depresión) hace que el embudo y la manga asociada, que acompaña a la formación del tornado, actúen como una aspiradora.
El tornado se hace visible (además de por el vapor de agua que contiene) por el polvo y escombros que levanta, puesto que los enormes vientos asociados pueden alcanzar valores capaces de levantar del suelo y desplazar objetos del tamaño y peso de un coche, un camión y hasta pequeñas cabañas o cobertizos, y frecuentemente cubiertas de edificaciones. Sus daños pueden ser muy elevados, pero a diferencia de los ocasionados por los huracanes, donde la devastación se extiende a grandes áreas, en el caso de los tornados los daños son casi lineales, en el sentido de que a pocas decenas de metros del pasillo de su trayectoria, los efectos son escasos o nulos.
Los tornados más violentos pueden durar horas y barrer cientos de kilómetros, como ocurre con relativa frecuencia en Estados Unidos, generando vientos que han alcanzado los 480 km/h en casos extremos. Estos valores registrados por el viento, son en los tornados muy superiores a los registrados en los huracanes, de los que se diferencian por varios aspectos, como se muestra en la tabla comparativa, tanto por su origen y causa desencadenante, como su duración y otros. En la Península Ibérica, los tornados suelen ser bastante más débiles, y algunos de ellos sólo duran minutos y generan vientos de menos de 80 km/h, aunque la mayoría supera los 100 y hasta 120 km/h.
Aunque los registros con los datos de estos fenómenos demuestran que sus características tienen una gran variabilidad, es decir son muy diferentes de unos casos a otros, sí que podemos recordar los valores habituales de los tornados que más frecuentemente se producen en nuestro territorio, mediante la sencilla regla nemotécnica “de 2 a 3”: Duración de 2 a 3 minutos, diámetros de menos de 200 a 300 m y recorrido de 2 a 3 km. Aunque naturalmente estas cifras, que son únicamente valores orientativos, pueden ser superadas, y de hecho lo han sido, con relativa frecuencia.
Como antes decíamos, los más numerosos y más grandes tornados conocidos se producen en EE.UU., donde se pueden alcanzar cifras de hasta 900 o 1.000 tornados en un año; sin embargo, en España este fenómeno es mucho menos frecuente, si bien el número de casos registrados, que no llegaba a una decena al año a mediados del siglo pasado, fue creciendo hasta finales del siglo, manteniéndose después su número, pero aumentando de nuevo ahora en los últimos años, en los que la media suele ser del orden de 15 a 20 tornados cada año.
De los registros disponibles, se deduce que el caso de tornado más importante en España fue el de Cádiz en marzo de 1671, que probablemente tuvo magnitud F4 (vientos de hasta 418 kilómetros hora) en la escala de Fujita, sistema de medición que establece la magnitud de los tornados en función de los daños que ocasionan, y que van desde un mínimo de F0 hasta el máximo de F5.
Los tornados muy fuertes (F4 o F5 de la escala Fujita) son escasos en EE UU, y también en España, pero se han registrado algunos de estos fenómenos severos, sobre todo durante el otoño, siendo el sur de la Península Ibérica, y en particular las regiones mediterráneas de las provincias próximas al golfo de Cádiz las más expuestas a sufrir este tipo de fenómenos.
Un meteoro distinto, pero que conviene presentar aquí es la tolvanera (¡ Que no se debe confundir con un tornado !); una tolvanera es un fenómeno, bastante frecuente en el interior de la Península Ibérica, en forma de espiral ascendente de aire que levanta polvo y cuya altura oscila entre unos pocos metros y más de 300. Se dan principalmente en regiones semiáridas, donde el suelo es seco y las altas temperaturas del suelo producen fuertes corrientes ascendentes.
Las tolvaneras pueden parecer tornados en miniatura, pero no tienen nada que ver con ellos, salvo ese aparente parecido formal. Normalmente empiezan cuando los vientos que soplan en una zona determinada hacen girar una masa de aire en niveles bajos de la troposfera, próximos al suelo. Esta rotación se combina con fuertes corrientes ascendentes producidas por el calentamiento de la superficie y crea potentes mangas de aire, visibles por las grandes cantidades de polvo que levantan.
Una tolvanera puede llegar a ser espectacular (Ver video de gran tolvanera), pero nunca acercarse siquiera a la tremenda potencia de un tornado; una tolvanera no nace de la base de un cumulonimbo, incluso podemos decir que rara vez hay nubes de desarrollo, nubes de tormenta del tipo cumulonimbos (Cb), en las proximidades de una tolvanera, puesto que es un fenómeno más propio de días con fuerte soleamiento y calentamiento suficiente para generar las potentes corrientes térmicas ascendentes.
En cuanto a la probabilidad de aparición de tornados, hay que empezar por señalar que únicamente serán posibles en un área con presencia previa de nubes de tormenta, con cumulonimbos fuertemente desarrollados, y puestos en ese caso, hay dos señales que pueden servirnos como alerta de tornados:
La primera señal es el fenómeno de desbordamiento, por el que en la parte superior del yunque del Cb, normalmente plana, aparece un bulto. Esto indica que la corriente ascendente del centro de la borrasca es tan fuerte que ha atravesado la tropopausa, llegando a la estratosfera. La segunda es la formación de nubes mammatus bien definidas y extensas en la base, o bajo el yunque, del cumulonimbo.
El movimiento errático de un tornado puede crear un rastro de destrucción cicloidal. Esto explica por qué un tornado es capaz de demoler casas a ambos lados de otra que quede intacta. Si a la llegada del tornado estamos fuera de casa, el lugar más seguro es un pozo o una zanja, pero no bajo un puente o una cubierta, salvo que esa cubierta forme parte de un sólido edificio.
Una de las leyendas que históricamente acompañan a los tornados es la de haber provocado una lluvia de peces, o de ranas, etc.; lejos de ser un mito, ese hecho es totalmente posible. Un tornado, circulando sobre la superficie del mar constituye una tromba marina, cuyo interior (depresión) funciona como una enorme aspiradora, pudiendo aspirar y elevar por succión, no sólo agua, sino también peces, que caerán al cesar la aspiración, lo que puede tener lugar a varios km de distancia, cuando el tornado circule ya por tierra firme.