Mientras la sequía amenaza a grandes áreas de nuestro planeta, y después de que el mundo haya visto aparecer al ser humano número 7.000 millones sin que los expertos tengan claro cómo se podría proporcionar suficiente agua y comida a la superpoblación que se avecina, la fisióloga vegetal Jill Farrant, profesora de Fisiología Molecular de Plantas, en el Departamento de Biología Molecular y Celular de la Universidad de El Cabo, trabaja en el árido desierto sudafricano del Kalahari estudiando tres plantas que crecen en África y que aparentemente están al margen de los problemas hídricos que acechan a la humanidad: “Xerophyta viscosa”, “Myrothamnus flabellifolia” y “Craterostigma wilmsii”.
Para entender el trabajo y la dedicación de esta investigadora a estas tres plantas, hay que tener en cuenta que no son tres especies cualesquiera, puesto que poseen la sorprendente capacidad de que, tras permanecer durante meses totalmente secas, técnicamente casi muertas, son capaces de volver a la vida, en cuanto reciben una pequeña llovizna. Aparentemente las plantas ante la ausencia prácticamente total de humedad entran en una especie de estado de catalepsia vegetal, con sus constantes y necesidades vitales reducidas al mínimo absoluto, pero en cuanto cambian las circunstancias y disponen de algo de humedad, bien por alguna ligera lluvia o incluso por el propio rocío de las mañanas, resucitan, en el sentido de que se recuperan totalmente y retoman su ciclo biológico.
De hecho Farrant dice, al referirse a ellas, que “estas plantas de la resurrección esconden la solución al hambre futura en el mundo”. En el mosaico de imágenes que presentamos al principio del post se muestra el estado de estas tres plantas, líderes de la supervivencia: normalmente hidratadas en las tres imágenes superiores y, tras padecer una larga sequía, en las tres imágenes inferiores.
En un artículo anterior, “Planeta Tierra y el Agua” decía que “se espera que el cambio climático intensifique la carencia de los recursos hídricos del planeta, lo que llevará a muchas plantas a condiciones de estrés hídrico. Quiero recordar aquí un notable caso de planta que se adapta constante y continuamente a las condiciones hídricas que puedan darse en su entorno, me refiero a la “Rosa de Jericó”, por ser un auténtico talismán viviente, con extraordinarias propiedades, según se dice.
Aparte del estrés hídrico al que nos hemos referido, existe otro tipo de estrés que amenaza a las plantas, es el estrés térmico causado bien por temperaturas bajas (estrés por frío, por helada) o bien por temperaturas elevadas (estrés por golpe de calor); lo cierto es que por debajo o por encima de una determinada temperatura, que depende del vegetal de que se trate, las plantas sufren daños severos que limitan su óptimo crecimiento y rendimiento.
Una exposición al frío paraliza actividades enzimáticas y provoca un descenso en la fluidez de las membranas celulares, con lo que el transporte de agua y nutrientes a través de las mismas puede verse afectado y la planta reduce su producción, o incluso deja totalmente de producir. Si la bajada de temperatura es intensa y repentina la planta corre el riesgo de congelación, con la consiguiente formación de cristales de hielo dentro de la célula, que provocarán una fuerte deshidratación celular, e incluso el riesgo de muerte del vegetal.
Por el contrario, una exposición prolongada a temperaturas demasiado elevadas daña a la célula por provocar inactividad de enzimas y desnaturalización de proteínas, dando lugar a un aumento en la fluidez de las membranas celulares, alterándose la permeabilidad de los solutos a través de ellas. El calor intensifica también la respiración de las plantas con relación a la fotosíntesis, lo que puede provocar una ralentización, e incluso paralización, del crecimiento.
En España, donde predomina el clima mediterráneo, los veranos destacan por las altas temperaturas que se alcanzan, que además suelen ir acompañados de una ausencia casi total de precipitaciones, provocando fuerte sequedad, con lo que ambos tipos de estreses, hídricos y térmicos, amenazan con relativa frecuencia nuestros cultivos.