El Sol no sólo es un amigo, sino el mejor amigo que tenemos, puesto que a él debemos todo lo relacionado con la vida de los que habitamos el planeta Tierra; en efecto sin el Sol sería impensable nuestra vida en el planeta, e incluso si se produjeran simplemente algunos cambios importantes en la radiación solar que recibimos, cosa altamente improbable por otra parte, la vida en la Tierra sería modificada sustancialmente.
Por ahora, durante 4 o 5.000 millones de años, no debemos preocuparnos de que el Sol nos corte el suministro de luz, energía y vida. Ese inmenso Reactor Nuclear de Fusión por Confinamiento Gravitatorio, que eso es el Sol, tiene cuerda para rato, puesto que a pesar de que, desde hace cerca de 5.000 millones de años, cada segundo el Sol pierde cuatro millones de toneladas de su masa, al transformarse esa masa de hidrógeno en la energía radiante que el Sol emite continuamente, a pesar de ello digo, el Sol está apenas a la mitad de su vida.
Ahora bien, en esa beneficiosa radiación que el Sol nos regala, en la que va la energía y la vida, va incluida también la mala de la película, la RUV (Radiación UltraVioleta) que potencialmente puede convertirse en una mala enemiga, no porque ella lo quiera, sino porque nosotros no la entendemos y no la tomamos en serio.
La mala noticia es que desde comienzos de los años setenta, una parte importante del género humano, piensa periódicamente, de cara a la primavera-verano, que estar bronceado es socialmente deseable y saludable, por lo que vienen tumbándose imprudentemente bajo los rayos solares o bajo los de lámparas sustitutorias .
Como consecuencia, desde hace casi medio siglo, se ha detectado en todo el mundo un pronunciado incremento de la incidencia de cánceres de piel, sobre todo en poblaciones de piel clara, junto con serias lesiones oculares y otros indeseables efectos.
La buena noticia es que tenemos en nuestra mano el poder disfrutar de lo bueno, sin tener que sufrir lo malo, para lo cual contamos con dos nuevos amigos, el IUV (Índice de UltraVioleta) y el FPS (Factor de Protección Solar).
Los dermatólogos, y también los mismos farmacéuticos, suelen dar sabios consejos, que además repiten cada temporada, sobre el uso de la protección frente al Sol mediante cremas con valores adecuados de FPS, indicándonos claramente el cuándo, cuánto, cómo, etc., usar esas cremas; por tanto no trataremos ese aspecto, y nos centraremos más en el IUV, sus valores y sus variaciones, así como sus peligros.
El IUV varía a lo largo del año y a lo largo de las horas de cada día, tal como se muestra en la figura adjunta para latitudes medias, y su valor en una superficie horizontal, se define mediante la fórmula que se muestra:
No entraremos en detalles físico-matemáticos sobre la fórmula en cuestión y menos aún en detalles médico-sanitarios, pero los interesados en profundizar en el tema pueden encontrar información sobre el IUV y sobre esta fórmula, en la Guía Práctica editada por varios Organismos Internacionales, competentes en la materia, como es la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por su parte, la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) aporta algunos consejos y recomendaciones, sobre las consecuencias más frecuentes de las radiaciones solares:
La quemadura es el efecto inmediato más conocido, puede aparecer durante las 24 horas siguientes a una exposición solar intensa y una quemadura grave puede provocar dolor, hinchazón e incluso ampollas. En casos realmente graves puede aparecer fiebre, escalofríos y dolor de estómago, estos tres últimos indican la necesidad de una atención médica urgente. No existe una solución milagrosa, lo único que se puede hacer para soportarlo es aplicar compresas de agua fría y lociones hidratantes.
El bronceado es un efecto tardío de esa exposición al sol. Se suele considerar un síntoma de buena salud aunque en realidad es un daño que se infringe a nuestra piel, lo que ocurre es que nuestra piel se protege del exceso de sol fabricando más melanina y por eso se broncea.
Dentro de la radiación emitida por el Sol, la región UV abarca el intervalo de longitudes de onda desde 100 hasta 400 nm (1 nm = 1 nanómetro = 10-9 metros = 1 mil millonésima parte de un metro) y se divide en las tres bandas UVA, UVB y UVC como se muestra en la figura siguiente:
Cuando la radiación solar atraviesa la atmósfera, se absorbe prácticamente toda la radiación UVC y cerca del 90% de la radiación UVB, de forma que al suelo llega la UVA, con una pequeña parte de UVB. Por otra parte, conviene saber que la radiación UV es beneficiosa, en pequeñas dosis, para el ser humano y es esencial para la producción de vitamina D y para tratar diversas enfermedades.
Sin embargo, una exposición prolongada a la radiación UV solar puede producir, en el ser humano, efectos agudos y crónicos en la salud de la piel, los ojos y el sistema inmunitario. Las quemaduras solares y el bronceado son los efectos más conocidos; pero a largo plazo, se produce un envejecimiento prematuro de la piel por la degeneración de las células, del tejido fibroso y de los vasos sanguíneos, inducida por la radiación UV.
Los cánceres de piel y las cataratas son dos grandes problemas sanitarios, que cada año afectan a millones de personas en el mundo, y que según los informes de la OMS tienen su origen en la exposición inadecuada a la radiación solar y en concreto a la componente ultravioleta de la misma.
Finalmente, algunos errores y aciertos sobre la exposición al Sol que conviene conocer, se incluyen en el siguiente cuadro: