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Ciencia Fácil

Cerebro y corazón, obligados a entenderse

Son muchos los que piensan que la conciencia se origina sólo en el cerebro, pero en realidad el cerebro y el resto del cuerpo, incluido el corazón, actúan “casi siempre” juntos, jugando el corazón un papel particularmente importante en este proceso.

Empecemos por aclarar que el corazón es mucho más que una simple bomba para hacer circular la sangre, en realidad es un sistema muy complejo, tan complejo que hay quien cree que incorpora su propio “cerebro”, que sería un centro para recibir y procesar información.

El sistema nervioso dentro del corazón, lo que podríamos llamar “su cerebro”, le permitiría aprender, mantener recuerdos, e incluso tomar algunas decisiones, independientemente del cerebro.

Por otra parte, las señales que el corazón envía continuamente al cerebro le hacen llegar información que influye en la toma de decisiones por parte de algunas áreas del cerebro, actuando por tanto el corazón como informador y asesor del cerebro.

Pero, además de utilizar la extensa red neuronal de comunicaciones que une el corazón con el cerebro y con el resto del cuerpo, el corazón también comunica la información, a todos los demás órganos, e incluso a otras personas que se encuentren en su entorno, mediante interacciones del campo electromagnético (CE). 

El CE producido por el corazón es mucho más fuerte que el producido por el cerebro, y los efectos de ese campo electromagnético pueden ser detectados a varios metros de distancia del cuerpo, distancia que puede alcanzar los cuatro metros o más en determinadas condiciones.

En consecuencia, todo lo que nos rodea dentro de esa distancia, está recibiendo la información energética contenida y emitida por nuestro corazón; y ese todo incluye no sólo a personas, sino también a animales e incluso a plantas, como se ha probado en numerosas ocasiones.

De hecho, el CE del corazón es más potente que cualquier otro campo electromagnético de los creados por los demás órganos del cuerpo humano, y se ha observado que ese campo y su intensidad varían en función del estado emocional. Por ejemplo, cuando tenemos miedo o estrés, o recibimos una violenta impresión, ese campo electromagnético se vuelve caótico.

La investigación básica desarrollada en el Institute of HeartMath muestra que la información relativa al estado emocional de una persona también se comunica al resto del cuerpo a través del CE del corazón. La mayoría de la gente piensa que la comunicación social se manifiesta únicamente a través del lenguaje, de las cualidades de la voz, de los gestos, las expresiones faciales o los movimientos corporales.

Sin embargo, existen evidencias de que existe un sutil, pero influyente, sistema de comunicación electromagnética que opera por debajo de nuestra conciencia. Esas interacciones energéticas probablemente contribuyen a las atracciones o repulsiones que se producen entre los individuos, y también afectan a los intercambios sociales y a las relaciones entre las personas.

Experimentos llevados a cabo en el citado Institute of HeartMath han encontrado que el sistema nervioso actúa como una “antena”, que está en sintonía con el CE producido por los corazones de los individuos que nos rodean. Esta capacidad para el intercambio de información energética es una habilidad innata que provoca la verdadera empatía y sensibilidad hacia los demás.

Por otra parte, se ha observado que esta habilidad de comunicación energética puede ser cambiada intencionalmente, produciendo modificaciones en la comunicación no verbal, la comprensión, y la conexión entre las personas. 

El cerebro humano posee una complejísima organización funcional y es producto de millones de años de evolución. Está constituido, en un 80%, por agua y el resto está formado por neuronas, vasos sanguíneos y linfáticos, meninges, lípidos, albúmina y, aunque en pequeña cantidad, por hidratos de carbono.

Para su funcionamiento, el cerebro absorbe el 20% del consumo total de energía del cuerpo humano, y además necesita glucosa; sin esta glucosa, o si se produce una pérdida masiva de ella, el cerebro tarda tres minutos en empezar a perder células cerebrales. Alrededor de él está el líquido cefalorraquídeo, que baña los dos hemisferios cerebrales y parte de la médula espinal. Este líquido, entre otras cosas, tiene la función de alimentar al cerebro y es en él donde están disueltas algunas de las sustancias mensajeras que se fijan a unos receptores, neuronales u otros, que ocasionan una catarata de reacciones, entre las que se incluyen las de felicidad y optimismo.

 

Un caso interesante es el de las relaciones madre-hijo, que tienen lugar cuando las interacciones están cargadas, con emociones positivas (amor, alegría, felicidad, excitación, afecto, etc.), y se modelan con una elevada sincronización los intercambios recíprocos entre estos dos individuos, el bebé y la madre. Estos patrones se imprimen en el cerebro del niño y por lo tanto influyen en la conducta psicosocial a lo largo de toda la vida, como ha encontrado el experto en neuropsicología  Allan Schore, al estudiar la regulación del afecto y el origen del ser.

Admitiendo que entre cerebro y corazón existe una relación especial y aceptando que el corazón tiene, hasta cierto punto, su espacio para la toma de decisiones, parece lógico preguntarse ¿Cómo podemos afinar, reactivar y mejorar la relación entre cerebro y corazón?

Pues en realidad podemos establecer y optimizar esa sintonía de muchas maneras, algunas de las cuales podrían ser:

.- Cultivando las cualidades del corazón, la apertura hacia el prójimo, la paciencia, el oír al otro “escuchándole”, la empatía, la ayuda o cooperación, la aceptación de las diferencias, etc.

.- Liberándonos del espíritu de separación y de los tres mecanismos primarios, pero negativos: el miedo, el deseo de posesión y el ansia de dominio; mecanismos que nos costará erradicar porque están anclados profundamente en el ser humano dado que nos han servido para sobrevivir durante millones de años.

.- Cultivando el silencio, silencio en soledad o en compañía, contactando frecuentemente con la naturaleza, viviendo periodos de soledad buscada voluntariamente, meditando sin ruidos ni prisas, contemplando y cuidando el entorno, participando en trabajos sociales, alejando el orgullo, viviendo con sencillez y felicidad por lo que somos y tenemos.

.- Y finalmente, cuando no sepa que hacer, dele una nueva oportunidad de resolverlo a su cerebro, pero si no lo consigue… pregunte a su corazón.

Adolfo Marroquín Santoña

Noticias y comentarios sobre temas científicos

Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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